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Los fantásticos KitCar de rally. Su historia.

written by Héctor Jáñez 5 mayo, 2017
Los fantásticos KitCar de rally. Su historia.

 

En plena cura tras la desaparición del Grupo B, mientras aún prevalecían las secuelas de aquel vacío que había dejado toda esa efusiva emoción competitiva, un relevo generacional debía reconquistar el ánimo y las ganas de un público entregado a los rallyes. El Grupo A pasó a mutar como reemplazo de lo que posteriormente se transformaría en los World Rally Cars. Tras la falta de desarrollo de modelos para aquella categoría por parte de los fabricantes franceses Citroën, Peugeot y Renault, se abrieron las puertas a un nuevo mundo de competición dedicado a los coches de serie, fruto de la ingeniería, la pasión y la ambición de las diferentes firmas por seguir demostrando su capacidad y medios. Mientras los Grupo B levantaban mayúsculas tormentas de arena en el Acrópolis o en la Sabana, los KitCar destrozaban el asfalto para dejar huella además de en el asfalto, en los corazones de todos los amantes de los rallyes.

 

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Patrick Landon creció en una familia plenamente dedicada a los deportes del motor. Su padre, ganador de las 24 Horas de Lemans en unos remotos años 50, le sirvió como inspiración hasta el punto de utilizar sus vacaciones escolares para seguir los distintos campeonatos de rallye. La familia permaneció fuertemente ligada a Renault, y fue abalada por las distintas participaciones y títulos conseguidos a bordo de los más emblemáticos modelos del rombo. Llegando a cierta edad Patrick tuvo el placer de acoger el compromiso deportivo de Renault en lugares tan dispares como el Líbano, Turquía y distintos países de África y Europa. Es ahí cuando Landon propone un concepto que consolidó una nueva categoría de carreras fundamentada en coches de serie.

 


Los KitCar eran compactos de tracción delantera con 280 cv y 950 Kg de peso. Pura dinamita.


 

Como era habitual, la FIA entro en acción para limitar los motores de 16 válvulas para que estos cubicaran un máximo de 2.0 litros, aunque por otro lado, se les permitía alcanzar un rendimiento de 280 cv de potencia. En cuanto a bastidor no hubo limitaciones. Las suspensiones culminaron, y las admisiones directas y las cajas de cambios secuenciales estaban a la orden del día en estos compactos de calle con tracción delantera.

 

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El incremento del ancho de vías sobre los patrones originales transformaban los compactos en los Hulk de los rallyes. Y si a eso le añadimos que su peso máximo era de 940 Kg, nos podemos hacer una idea del cúmulo de emociones que se cocinaban alrededor de estos aparatos. ¡Qué gran época señores!

 


La velocidad del cambio secuencial y la violencia con que contesta el volante en plena trazada, pone los pelos de punta. Eran bombas de relojería.


 

La principal característica de esta competición era la intensa cohesión que se daba entre coche y piloto. Las conducciones extremas que llevaban la maquinaria hasta el límite, hicieron de la idea de Landon un objeto de culto para todos los amantes de la competición. ¿Quien no ha soñado alguna vez con un KitCar? Un ejemplo de ello era Guilles Panizzi, un piloto francés que se proclamó campeón por dos años consecutivos a mediados de los 90 y que ofreció sus servicios a Peugeot durante cinco años. La frialdad con la que Panizzi conducía al límite su 306 Maxi nos hace pensar cuanto menos que la gasolina circulaba por sus venas en lugar de por las tuberías del Peugeot. Consiguiendo varios scratch en diversos tramos del campeonato, y posteriormente titulándose como campeón en el Rallye de Cataluña con su 206 WRC, tres veces en el Rallye de San Remo y dos en Córcega, Panizzi nos dejó momentos gloriosos para el recuerdo. En el vídeo que veréis al final del artículo se puede apreciar su gesto de concentración, unos ojos abiertos como platos y una respiración efusiva cual combate de boxeo. Toda una prueba de esfuerzo físico y mental.

 

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Muchos de los principales fabricantes empezaron a involucrarse severamente en un desarrollo que conquistara la categoría hasta el punto de que, los KitCar, llegaron a superar a sus superiores en muchas de las pruebas del mundial. Hablamos de los líderes. Los WRC. Como una tendencia, se extendió de tal manera que marcas como Ford, Skoda, Hyundai, Nissan, Seat, Opel, Rover o Volkswagen fabricaron sus propios KitCar, aunque no con el éxito cosechado por el trío francés que dominaba todas las pruebas del mundial.

 


A pesar de haber numerosas marcas involucradas en la construción de KitCars, Citroën, Renault y Peugeot eran los reyes indiscutibles de la categoría.


 

Philippe Bugalski pasó a hacer historia cuando en 1999 se convertía en el primer piloto que ganaba una prueba del mundial a bordo de un KitCar. ¿El escenario? Nuestro distinguido Rallye de Cataluña. El piloto francés se impuso con el imparable Citroën Xsara, precisamente ante un piloto que no andaba falto de medios ni de talento. Su compatriota Didier Auriol no tuvo opciones con su Toyota Corolla WRC cuando el Citroën Xsara le aventajó hasta en treinta y dos segundos en la clasificación general. No solo eso. Tras imponerse el Citroën hasta en 5 de los 18 tramos que se disputaron, atrás quedaba un tal Tommi Mäkinen con su imperioso Lancer Evolution a más de dos minutos, y un Richard Burns con su Subaru Impreza a nada menos que cuatro minutos. Bugalski volvió a hacerse con el título en el rally de Córcega tras exprimir su Xsara KitCar al límite en los tramos de asfalto seco. Fue entonces cuando la FIA decidió intervenir.

 

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Habían decidido poner freno al mundo de los KitCar a base de limitaciones. ¿Os suena de algo este tipo de intervenciones verdad? Diferenciales activos fuera, 40 Kg de lastre y el uso obligatorio de catalizador, fueron algunas de las nuevas normas que se impusieron para que los KitCar dejaran de atormentar a los mayores. Aún así la burocracia no fue capaz de domar a unas bestias que seguían emocionando en cada una de las curvas que devoraban. Los Xsara y los 306 continuaban avivando el mundo de los KitCar, incluso para ponerse al servicio del señor Jean Ragnotti, el cual pilotó el Renault Megane Maxi y el Clio Maxi.

A pesar de seguir subsistiendo un tiempo las limitaciones terminaron con la extinción de la categoría. Los tracción delantera entraron en un peligroso declive que se saldó con la desaparición de los KitCar. Incluso los super 1.600 fueron relegados a elementales campeonatos nacionales para posteriormente ser marginados por completo. Nos quedamos con el recuerdo y la esperanza de poder disfrutar del canto de alguno de los sobrevivientes que recorren nuestros pequeños tramos nacionales, o bien con los pilotos nostálgicos como Sébastien Loeb que reviven estas bestias indómitas.

 

 

 

 

 

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