No siempre las mejores máquinas bávaras de competición han ido precedidas por una M. En 1977 debutaba un Serie 3 E21 luciendo un sobresaliente traje adornado con la colorida bandera del departamento M GmbH. Vestía la misma equipación que el 3.0 CSL coupé, el cual previamente había conquistado las gradas de diferentes eventos internacionales a comienzos de los años 70. Y aunque de primeras su nombre no estuviera adornado por la ambicionada inicial de la división bávara, las entrañas de este excelso coupé eran tan impresionantes como su amenazador aspecto.
Por aquel entonces estaba vigente el Grupo 5, una categoría que se mantuvo en activo desde mediados de los años 60 hasta su extinción en 1984 a favor de las regulaciones del Grupo B. La etapa en la que el BMW 320i Turbo aterrizó en la competición, fue quizás la más emocionante de toda la transición de la categoría. En 1976 la FIA abría la veda con un nuevo rango anexo al Grupo 5. Era un reglamento en el que se debían tomar coches de producción, pero con una gran amplitud de movimiento para modificarlos, y abarcó a unidades que posteriormente participarían tanto en el World Sportscar Championship, como en el Campeonato Mundial de Resistencia en los años 80.
Su aspecto indómito, enseguida nos hace razonar la inusual generosidad que tuvo la FIA con el Grupo 5. Las enormes aerodinámicas eran el principal sello de aquellas parrillas, y aunque se debían respetar los límites de la carrocería estándar, el incremento del ancho de vías y la adaptación de guardabarros y neumáticos sobredimensionados, eran completamente permisibles. En resumidas cuentas, era un reglamento que únicamente exigía que el capó, el techo y las puertas permaneciesen inalteradas con respecto a los vehículos de fábrica. De hecho, solo hay que pararse a escrutar las dotes de la bestia.
No eran solo los brutales pasos de rueda acampanados. El pura sangre que latía bajó el colorido capó, era una mecánica derivada de la Fórmula 2, un escaparate tecnológico que vivificó el desarrollo de los propulsores BMW de F1 para la década de los 80. Fue un coche que, en términos absolutos, contribuyó y valió muchísimo más de lo que la gente suele estimar.
El bloque M12 longitudinal, con 2.0 litros y turboalimentado, era capaz —según la presión de la sobrealimentación— de trasladar al eje trasero una potencia de entre 600 y 900 cv.
Como bien sugería el aspecto de sus integrantes, el Grupo 5 era una categoría extrema en la que el potencial de las mecánicas se disparaba sin precedentes en lo que a turismos se refiere. De hecho, el bloque M12 “solo” rendía 300 cv durante sus servicios en los monoplazas, potencial que se duplicó y hasta se triplicó en los Grupo 5. El 4 cilindros arrojaba sobre la pista 600 cv, y si era preciso los especialistas de Motorsport eran capaces de alcanzar los 900 cv a golpe de sobrealimentación. Pero aquello eran situaciones límite que además, podían desmitificar la fiabilidad del conjunto. Con un total de 28 unidades producidas, los 320i Turbo y sus correspondientes kits deportivos fueron distribuidos mundialmente a pilotos y equipos privados.
En 1977 la bestia comenzó a lucir los vinilos del Junior Team. Todo su potencial se puso a disposición de un grupo de jóvenes pilotos, bendecidos con una fuerte proyección tras formarse en la academia alemana. Pilotos por cuyas venas, a pesar de su juventud, ya circulaba la gasolina. El trío formado por Marc Surer, Eddie Cheever y Manfred Winkelhock hizo frente a los mejores talentos del DRM Alemán y además, se promocionaron como pilotos de turismos para seducir a los cazadores más hambrientos delegados por los equipos privados. Aquel primer año del Junior Team, el 320i Turbo arrasó las pistas con un derramamiento sonoro y pirotécnico sin precedente. Las llamas procedentes del tubo de escape bávaro bañaban el escenario tras su paso. La superioridad fue aplastante.
Entre 1977 y 1978 fueron distribuidos por todo el mundo diferentes kits de preparación. Algunos cayeron en manos de equipos como Schnitzer, quien mantuvo en activo su unidad hasta la extinción del Grupo 5 en 1984.
El título logrado por el Junior Team en el 77 se convirtió, no solo en un éxito profesional y tecnológico por parte de la división bávara, si no que formó parte del primer programa de promoción de jóvenes promesas al volante. Éxitos posteriores llegaron de forma regular, prácticamente hasta la retirada profesional del modelo. Lideró por encima de todos sus rivales, y se proclamó campeón mundial en la categoría de los 2.0 litros.
La ironía de su historia es que hoy en día, muchos, al ver su denominación, lo toman por un agresivo vehículo de carreras del Grupo 5. Sin más. Un 320i.. Pero la magia que disimula este bávaro exento de las siglas de Motorsport, es mucho más trascendente que otras muchas unidades bañadas en admiración.