Quizás el paso del Citroën ZX Grand Raid por el Dakar no fue tan apasionante como el de su compatriota el Peugeot 405 T16. No por falta de méritos, ni de victorias, si no porque igualar la competitividad, las adversidades y la intensidad de aquellos años en los que el león dominó el desierto, era una tarea complicada.
Desde mediados de los años 80, la marca de André Citroën llevaba elaborando un proyecto sellado bajo el nombre N2. El vacío intermedio que dejaban el pequeño AX y el prodigioso BX era algo que los de Vélizy debían completar cuanto antes en un paulatino mercado que, cada vez resudaba más competencia. Presentado como prototipo de competición a principios de los años 90, aquel vehículo destinado para la categoría T3, no representaba más que los vestigios de un venidero ZX. Tras su presentación, en ese distante verano de 1990, aquellas dos unidades bautizadas como Citroën ZX Grand Raid, caerían en manos de dos viejos conocidos de las zonas áridas. Lo has adivinado. Ari Vatanen y Jacky Ickx, estaban de vuelta.
Aunque la similitud estética del prototipo destinado a surcar las dunas, con el ZX que se ofrecería en los concesionarios fuese bastante factible, la diferencia era abismal. Las suspensiones de triángulos dobles con la amortiguación y muelles del heroico 405 T16 Grand Raid, iban instaladas sobre un eficiente chasis tubular. Una carrocería lo más similar posible al diseño original de Bertone, se fabricó en Keblar y otros materiales ligeros para revestir el chasis tubular del ZX Grand Raid.
Todos sus componentes mecánicos fueron heredados de su paisano el 405, que a su vez heredó del polivalente hermano pequeño. El 205.
Al compartir matriz, el Citroën ZX Grand Raid tendría el honor de incorporar una evolución del efectivo propulsor que llevó a lo más alto al 405. La ironía de su progreso mecánico fue que el equipo centró mayor interés en la fiabilidad en lugar de las prestaciones, y a pesar de incrementar su cilindrada de 1.9 a 2.5 litros, la potencia se redujo a los 300 cv de potencia.
Nos encontrábamos con un Citroën de momento desconocido, que compartía todos los componentes mecánicos del ya consagrado 405 y que además, le respaldaba el mismo equipo de competición y su director técnico, Jean Todt. No obstante, como decía al principio, el ZX incluso heredaba a los dos mejores pilotos del Dakar en los últimos años. ¿Qué mejor forma de estrenarse?
El grupo PSA explotaba al máximo toda la experiencia adquirida en competición con la marca del león, para propulsar a su futuro superventas en el rally raids. En el Rally de los Faraones de 1990 obtuvo la cuarta posición, y un año después fue cuando Ari Vatanen volvía a lograr la victoria del Paris-Dakar de 1991. Victoria que justo coincidió con la fecha de la presentación mundial del nuevo ZX, dándole así, un suculento impulso comercial.
El Citroën ZX Grand Raid era una caja de sorpresas durante los comienzos de las competiciones cada año, ya que sus evoluciones eran notables y constantes.
Durante los dos años siguientes el modelo continuaba su evolución. Al contrario que su compatriota el 405, la carrocería del Citroën ZX Grand Raid mutaba según la prueba que se disputase. Conocida como ‘vías anchas’, esta versión del ZX hacía honor al nombre, ensanchando su carrocería y luciendo unos aletines en sus guardabarros que le otorgaban un aspecto más musculoso, solo digno de los más bastos 4×4. En esta nueva etapa, su techo terminó desnudo tras suprimirse la enorme y característica tobera de aire, dando lugar a una mucho más discreta. Como dato relevante, tras el acuerdo mundial firmado en 1968 por Citroën y la compañía petrolera TOTAL, esta, comenzó a patrocinar a los de Vélizy durante sus andanzas por los desiertos y otras competiciones. Hoy día, la alianza sigue viva y los patrocinios más activos que nunca. Y es que estamos hablando de casi 50 años de alianza. Finalmente en 1993, después de obtener diversas victorias que le otorgarían los títulos de pilotos y constructores, la categoría reina se le resistiría al ZX.
En 1994, el ZX Grand Raid da un salto de carácter, y aunque su imagen se desvirtúe del modelo original, la estabilidad y seguridad sobre los terrenos irregulares se verá reforzada a través de un mayor ancho de vías y unas nuevas suspensiones que le concedían una mayor altura libre. Sus medidas se vieron alteradas, creciendo 80 mm de largo y reduciendo 60 mm de altura. Esto le agenció una mayor estilización. Un nuevo turbocompresor Garrett interviene en un incremento de potencia de 30 cv y se rebautiza al ZX como Citroën ZX Rallye Raid Evolution. Fue así como comenzó la era dorada de Citroën en el mundo de los Raids, prolongándose hasta finales de década.
Entre 1995 y 1996, el ZX no paró de crecer, sobre todo a lo ancho. Con una carrocería de una sola pieza, similar a la de un coche de radiocontrol de la época, el pequeño compacto había desvirtuado por completo la imagen de su homólogo de calle. Su aspecto ahora era plano y basto, con más apariencia de buggy que de un turismo compacto. Únicamente sus ópticas traseras conmemoraban al ZX de los concesionarios. Pero no todo son pegas. Durante esos dos años el ZX se merendó literalmente cada una de las pruebas que se le ponía por delante. Además de dos nuevas victorias en el Dakar con Pierre Lartigue a los mandos, se hizo con la victoria de los Campeonatos del mundo de Raids de pilotos y marcas.
En el año 1997, Citroën se encontraba en el ocaso de su éxito, y para colmo la organización del Dakar desestimó la participación del ZX Rallye Raid al vetar la participación de prototipos ligeros de la categoría T3. El ZX continuó compitiendo en el resto de pruebas del mundial de Raids, para proclamarse vencedor por quinta y última vez y retirarse a lo grande de las pistas.