Haciendo mención a escuderías italianas, la Jolly Club es sin duda una regular recurrente en la memoria de todos los locos por los rallys, mas por las mecánicas italianas. Yo mismo me incluyo en el lote. Pero los anexos competitivos del país de la bota son más caprichosos, inconformistas, y el solo hecho de mencionar el título de Grifone, qué quieres que te diga; me pone los pelos de punta. Y es que siempre lo dije: a mí dame una buena unidad del Grifone y lo demás quedará en un segundo plano.
La historia da comienzo en Génova, remotamente en un 1958. Las competiciones de aquel entonces se ceñían frugalmente a los rallyes de regularidad, fechas señaladas entonces por dos nombres: Campidoglio y Mediolanum. No eran los únicos, si bien cada vez más personas quedaban prendadas de la fragancia de las carreras, y ello que contribuía directa e indirectamente a la dimanación de nuevos nexos sobre las mismas. Nombres quizás ubicados en puestos secundarios, pero conformados por sólidas competencias, aparecieron a la postre. La Scuderia Quinto fue el tercero en discordia y además, estuvo representado por un llamativo loro que previamente había sido diseñado en exclusiva por Walt Disney.
Una vez apareció el ejército Grifone, este tomó desde los imperiales Giulietta, pasando por supuesto, por los Stratos e incluso por los Fulvia. Le siguieron los 037 y como no, el consumado Delta S4 y su progenie, el Delta HF Integrale Grupo A. Pero los del Grifone no solo se ciñeron a la firma italiana, que bien era su predilecta, si no que practicaron igualmente sobre comprobados talentos de los rallyes, como el Toyota Celica o el Corolla, llegando incluso hasta tierras galas para caer sobre los brutales 206 WRC. Con nombres de esta índole, es indiscutible la reseña al Grifone como uno de los equipos italianos de representación.
Durante la celebración del Corte Inglés 2001, Jose Mª Ponce tuvo la suerte de pilotar uno de los 206 WRC del Grifone, el cual previamente había alquilado.
Según reza la historia, el Grifone era una bestia mitológica de grandes alas, cuyas labores se ceñían a la custodia de su guarida atestada de riquezas, principalmente de oro. Como tal, bajo esos importantes valores dignos del inconfundible metal precioso, se erigían las piezas de la escudería. Lombardi, Tinelli, Zimmermann o Facchinetti, eran algunas de las nombradías allí reunidas, por y para el nacimiento de aquel equipo deportivo.
Solo hay que observar su porte y deleitarse. Al igual que su figura de representación, las creaciones del equipo italiano adquirían la garra del león, la agudeza visual del águila y el musculoso tren inferior, cuya relación con el pavimento era una primicia en los rallyes. Son muchas décadas al frente, una etapa que empezó a tomar aún más equilibrio y mayores densidades con la llegada de Luigi Tabaton, padre del reputado piloto Fabrizio Tabaton, quien encabeza este párrafo a bordo de un deslumbrante Lancia 037. Actualmente, tal nombre no solo nos evoca el de un ilustre piloto y fundador de esta escudería, si no que otros muchos, incluidos algunos sus integrantes, lo estiman como el alma del susodicho colectivo. El “doctor” lo llamaban entonces.
Cuando en 1963 llegó el primer éxito influyente, Tabaton y Gibelli pusieron en marcha la maquinaria Grifone HF, una inscripción que les escalaba, junto con el Jolly Club, a la cumbre de las escuderías italianas. Entonces en Savona, Turín, Roma o Milán, ya se erigían dependencias propias que gestionaban los distintos advenimientos en los que se veía sumergido el equipo. Jóvenes talentos eran reclutados, nutriéndose de la mejor de las experiencias bajo el cobijo del Grifone alado. Nombres como Attilio Bettega, Tony Fassina o Dario Cerrato, estaban al mando de la última maquinaria del prodigioso colectivo.
Fabrizio Tabaton obtuvo grandes logros durante su estancia en la escudería. Desde los A112 Abarth, hasta perfecta simbiosis con el Delta S4, el cual en 1986 le permitió triunfar en el Costa Brava, en Catalunya e incluso en el Príncipe de Asturias.
La etapa triunfal de Tabaton padre fue transferida a su progenie, Fabrizio Tabaton, quien ya abordo del infante A112 Abarth lograba su primer trofeo, allá por 1978. A la postre con el Stratos, un segundo puesto en el Campeonato Italiano no era moco de pavo, en una época en la que en los rallyes ya llevaban tiempo saltando chispas. Más adelante, el idílico Fiat 131 Abarth le catapulta hacia su primera victoria internacional, la Copa Liburna. Entrados los 80, ya con el Lancia 037 en sus manos y consagrado como el buque insignia del Grifone, Tabaton conquista el Rallye di Aosta. Fue junto con aquel deslumbrante 037, con el que además se haría con el dominio de los Grupo B italianos en 1984, siendo además, el campeón absoluto del Campeonato Italiano de 1985.
Las victorias siguieron encontradas con el Grifone en 1986, posiblemente el año más controvertido de la historia de los rallyes, si no también el más sugestivo. Fue un año enfrentado principalmente a Patrick Snijers, quien entonces aún no se había desprendido de la efectividad de su Lancia 037.
La llegada de los 90, en cierto modo dejaba a Luigi fuera de combate, y es que los años no pasan en balde ni para los más admirables talentos. Es por eso que Frabizio tomó el relevo como mánager del equipo para terminar de coronar. Nuevos frentes abiertos, la manufactura de nuevas estructuras como la de Busalla, denominaba como HF Engineering, marcaron nuevas diferencias, y su delegación no era otra que la de sintonizar las bestias más proliferas de Abarth, nada menos. Fue una época donde Tabaton quiso retomar las siglas HF, profundamente significativas en la firma del alfabeto griego. ‘Alta Fidelidad‘ rezaba aquello de HF. Algo que siempre nos gustó subrayar a la hora de mentar a los queridos Lancia Delta.
Durante aquella década, la propia Abarth había pasado a depender de apéndices con una importante experiencia en las carreras. Nombres como la Jolly Club, Astra, Art Nocentini y la propia Grifone, gestionaban programas protagonizados por una maquinaria de un nivel tecnológico sin precedentes en los rallyes.
La toma de mando de Fabrizio Tabaton, llevó a la escudería a un nuevo nivel estructural y tecnológico.
Cuando las prácticas de Abarth llegaban a su fin en la disciplina de los rallyes y el propio Lancia Delta se hallaba en el ocaso de su carrera, el Grifone tuvo que atisbar nuevos horizontes en los que derramar sus haciendas. Sería el Toyota Team Europe (TTE) quien firmaría de buena gana un acuerdo con la escudería italiana, para que estos trabajaran sobre el ilustre Celica y a la postre sobre los controvertidos Corolla. Las prácticas sobre la maquinaría japonesa serían homólogas a las que Abarth vino barajando en tiempos pretéritos, emprendiendo con ello, una nueva estela de victorias gestionadas eso sí, mediante una nueva logística y sistematización.
El consorcio italico-nipón estuvo gradualmente inspirado, desde las disputas más circunscritas, hasta la extensión por territorios exteriores. Pucci Grossi y su ST205 empiezan a marcar diferencias con victorias como la del Tradizione Terra, con los Grupo A en pleno apogeo. También, en aquella época, la era dorada de los igualmente deseados Grupo A, Marco Tempestini o Andrea Aghini fueron nombres que formaron en las filas del Grifone a bordo del nuevo Corolla WRC, ya entrado el año 1998. La cuestión es, que durante cada transcurso, durante cada etapa, la escudería fue proyectando una estela de victorias que nunca decayó, hasta la era ‘moderna’ de los Peugeot 206 WRC, donde personalmente un servidor le perdió la pista, digamos que por falta de intereses personales. La mayoría ya me entendéis.
Fuente fotográficas: modellismo,