Por Héctor Shavershian.
El consorcio entre Ford y Cosworth es posiblemente uno de los más explotados y cardinales de la historia del automovilímo. Al menos, sus respectivos Escort y Sierra, son los modelos de producción en los que más ha trascendido el uso del eminente apellido inglés. Seré explicito; hoy en día, hablar de los Ford Escort Cosworth es una tarea fácil y muy redonda. Es un modelo con cierto prestigio, del que prácticamente todo el mundo está al corriente de sus logros y éxito. Digamos que el Escort Cosworth es como un buen sofá de microfibra o como el chocolate, un ente que gusta universalmente y del que todos están enamorados. El equivalente de Audrey Hepburn en los años 60.
Os preguntaréis a que viene todo esto, pero la cuestión es, que el Ford Escort Cosworth, como buen Géminis, dispone de dos caras que difieren entre sí. Hoy vamos a analizarlas.
La alianza entre Ford y los ingenieros Keith Ducksworth y Mike Costin se remonta a 1959, cuando la novicia compañía inglesa gestaba su primer trabajo, utilizando como base el motor de un viejo Ford Anglia 150E. Esto demuestra que los primeros pasos de Cosworth ya estaban ligados a Ford. Entre aquel vetusto Ford Anglia, al cual Cosworth logró exprimir hasta 115 cv, y el prodigioso Escort RS, hay una importante historia dominada en su mayoría por el triunfo, pero vamos a centrarnos.
El turbocompresor T35, equipado en las primeras 2.500 unidades del Escort RS Cosworth, era el mismo que en su día montó el Ford RS200 del Grupo B.
El Ford Escort RS Cosworth nacía para sustituir al Sierra Cosworth en el Grupo A de de rallyes. Por entonces, era la cuarta generación del Escort la que se encontraba vigente, y ya que la FIA exigía la producción de 2.500 unidades de calle para poder homologar el modelo a la competición, Ford y Cosworth hicieron lo propio. Esta primera hornada del modelo tuvo tal acogida, que ambas compañías decidieron ampliar la producción y fabricar un puñado más de unidades del Escort RS Cosworth.
La cuestión es, que con la producción de las primeras 2.500 unidades, la marca del óvalo ya había cumplido con la normativa de homologación para el Grupo A, de manera que durante la segunda promoción, y ya que el modelo iría expresamente destinado al público, se realizaron ciertos cambios en su composición general.
1992 T35
Cuando en 1992 hacía aparición el primer Ford Escort RS Cosworth, lo hacía con especificaciones para el Grupo A. Como ya era costumbre, dicha definición le otorgaba al modelo una radicalidad y un carácter sobresaliente con respecto al resto de los coches de calle. El cuatro cilindros en línea se alojaba longitudinalmente, cubicaba 2,0 litros y en especial, presumía de una culata cortesía de Cosworth que hospedaba 4 válvulas por cilindro. El turbocompresor Garrett T03/(TurbinaT04B), vulgarmente conocido como T35, era una de las muchas distinciones de esta primera serie, y disfrutaba de una enérgica refrigeración, basada en un intercooler de doble fase aire-agua y aire-aire. Junto con su sistema de inyección multipunto, Weber Marelli, el T35 procuraba un potencial de 227 cv a 6.250 rpm y un par de 304 Nm a 3.500 vueltas.
Como curiosidad, la tapa de balancines del primer Escort RS Cosworth se presentaba pintada en color azul, mientras que en los anteriores Sierra lucía de color rojo.
En una época en la que extras como el aire acondicionado o los elevalunas eléctricos, comenzaban a ser algo fundamental en coches de cierto nivel, el T35 se permitía alardear de cierta austeridad. Buscando el ahorro de peso, este Ford en particular no hacía concesiones al lujo. Su insonorización fue simplificada, y los refinamientos como el techo solar practicable eran una leyenda resonante en todo su habitáculo. Por el contrario, el prominente kit aerodinámico, incluido el insigne alerón que tanto caracteriza al modelo, eran motivos que se ofrecían de fábrica sin coste adicional.
1994 T25
Una vez cumplidas las exigencias de la FIA para incorporarse a la competición, la directiva de Ford decidió ampliar la producción del Ford Escort RS Cosworth, en vista de su exponencial demanda. Con ambas compañías exentas de presiones reglamentarias, el Escort sufrió un importante lavado de cara que concernía mayormente a su parte mecánica. El motivo no era otro que terminar de acondicionar el modelo al usuario de calle, procurándole una comodidad y unos elementos que durante la serie inicial no se pudieron ultimar.
El sistema de gestión electrónica EEC IV que la propia marca desarrolló e implanto a partir de 1993, se mostraba bastante más maniobrable que la Magneti Marelli original.
El bloque y la cilindrada permanecieron intactos para combinarse con un nuevo turbocompresor de menores dimensiones. En ocasiones, menos es más, y gracias al nuevo turbo Garrett T25, se agilizó la entrega de la sobrealimentación para solventar en cierto modo, la carencia de bajos que acusaba en las primeras unidades producidas. El hándicap de este sistema, era un límite más ajustado a la hora de optimizar el grupo propulsor con motivo de extraer un extra potencial. Con todo ello, en aquella época, este Escort RS Cosworth ya era un coche muy autosuficiente según salía de su línea de producción, y la horquilla de personalización tecnológica iba más destinada al uso en competición oficial que a los usuarios de calle. La potencia se mantuvo inalterada, de hecho, las unidades T25 entregaban los 227 cv a 5.750 rpm, un régimen bastante por debajo que el de su congénere el T35, que lo hacía a 6.250 vueltas.
El par del T25 se redujo muy levemente, de 304 Nm a 299 Nm, pero en este caso, supone una diferencia que en la práctica es casi inapreciable.
Sobre el papel, parece que el remozado Ford Escort RS Cosworth T25 está rodeado de hándicaps, pero todos ellos traían consigo alguna prerrogativa. El aumento de peso fue otro de la lista. Uno de esos inconvenientes que se justificaba y a su vez se contrarrestaba, con la incorporación de elevalunas eléctricos, aire acondicionado, techo solar practicable y asientos calefactables. Se dice que sin sacrificio no hay recompensa, y ni siquiera un Dios como el Escort Cosworth esta exento de ello.
A fin de cuentas, el T25 no era más que un T35 socializado, y Ford, dejaba claro retirando el insigne alerón de su zaga, que el hábitat al que iba destinado el modelo era la urbe y no las pistas contorneadas por nubes de polvo y gravilla. Eso sí, los más abanderados del modelo siempre pudieron seguir optando a los atributos originales del Cosworth, a través de un coste adicional. En cualquiera de los casos, un Cosworth siempre sera un Cosworth, de eso estamos seguros.