Por Héctor Shavershian.
Nada menos que con ocho modelos y sus correspondientes variantes, era la forma en que la popular y desafortunadamente extinta Oldsmobile, surtía al ciudadano norteamericano de clase media/alta a finales de los años 70. El modelo 98 no representaba la cumbre de la gama Olds, si no que simbolizaba la ondeante bandera que Neil Armstrong posicionó en suelo lunar en un remoto 20 de julio de 1969. Un modelo estrella, plagado de lujo y de aquel carisma “setentero” que tanto nos gusta. En su época, no fue el vehículo más lujoso de entre las fornidas vertientes de General Motors, si no que dilapidaba una grandeza capaz de abarcar a todo el mercado norteamericano.
Equipado, como no, con un motor de 8 cilindros, apareció por vez primera en 1941, pero no sería hasta 1977 cuando el modelo fue ampliamente reformado, para posicionarse en la fila de los Cadillac y los Lincoln. Era más ligero y además, ofrecía mejores espacios para sus ocupantes, destacando gentilmente sus plazas traseras.
El motor V8 350 se convertía en la versión estándar, mientras que el anterior 455 CID se sustituyo por su menor el V8 403. A pesar de llegar en un momento crítico, comprendido entre el estigma de la primera crisis del petróleo de 1973 y la adyacente recaída de 1979, el 98 fue un modelo que estableció un nuevo récord de ventas con casi 140.000 unidades distribuidas. Sin olvidar que era un modelo de cierto prestigio y no asequible precisamente.
Además de la refinada versión sedan, Olds también ofrecía un coupé de techo rígido quizás marcado por un troquel destinado al hombre maduro de éxito, soltero y con ciertas disposiciones joviales. Es fácil imaginar a estos vehículos posar inmaculadamente en los aparcamientos de los clubs nocturnos y los campos de golf. Algunas unidades se matricularon en nuestro país, pero apuesto a que la mayoría fueron importados por los soldados americanos destinados en la base aérea estadounidense que se asentó en la capital maña.