Japón, el país del sol naciente, es un lugar donde se conduce por la izquierda a pesar de no haber pertenecido nunca a una colonia de Inglaterra. Hoy en día una trivialidad así genera numerosas incógnitas sobre las normativas y legislación de tráfico extranjeras. Sobre todo con las opuestas a las nuestras. Esto viene a que en los tiempos en los que Japón comenzaba a construir su red ferroviaria, Estados Unidos, Francia e Inglaterra se disputaron dicho contrato, siendo los ingleses los vencedores de la pugna. Los trenes japoneses circularían por la izquierda y en 1920 la normativa para los vehículos se mantendría del mismo modo hasta nuestros días.
¿A que viene toda esta historia? La singularidad del volante a la derecha se vio afectada ya que en un remoto 1979 Honda y British Leyland compartieron un 20% de sus acciones entre ambas, un negocio que tenía la vista puesta en el futuro. En esta comisión Honda salía beneficiada tras montar un puente de llegada a Europa, mientras que British Leyland podría disfrutar de la infraestructura tecnológica que tan bien había desarrollado Honda.
El Rover 827 coupé incorporaba techo solar, control de crucero, asientos eléctricos calefactables y un equipo de música Piooner.
Una vez sentadas las bases de esta conjunción, y habiendo lanzado un producto en común como fue el Trumph Acclain, basado en el Honda Ballade, en 1981 ambas compañías comenzaban a trabajar en un proyecto de más envergadura. Con este proyecto Honda pretendía acceder al mercado norteamericano, y así es como en 1986 haría aparición la Serie 800, una berlina de lujo que a partir de 1992 hasta 1996 produciría una elegante y lujosa versión coupé.
Una de las principales características de este Rover era la esquisitez en su elaboración, y es que el 80% de este coupé mestizo se fabricaba a mano, factor que por otro lado también penalizó su producción. Abrir la puerta de un Rover ya era todo un espectáculo en los años 90. El olor a cuero nuevo y a madera prevalecía en estos coches, incluso tras cumplir una década, y su elegancia basada en los clásicos tonos beige es cuanto menos sinónimo de nostalgia.
Era un coche pesado y estable, quizás demasiado para su condición de coupé. Algunos llegan a tacharlo de tedioso, no como defecto, si no por la falta del gen coupé.
El motor de aleación ligera del Rover 827 Coupé era el C27A de Honda, equipado en los Legend y en los Accord de 1995. El V6 de 90º, 24 válvulas y 2.7 litros ofrecía unos suculentos 170cv transferidos mediante un cambio automático de 4 relaciones. Otro de los aspectos de este Rover en los que se trabajó muy bien, fue en la insonorización, ya que a pesar de que el V6 de Honda suena de maravilla, dicen las malas lenguas que el interior del 827 era un auténtico espacio de paz y tranquilidad.
Si hablamos del interior, sin duda se nos llena la boca de calidad y elegancia, pero quizás si que es cierto que el diseño se ofrecía un poco descolgado con sus líneas exteriores. Es decir, mantenía el sobrio estilo de finales de los 80 tan caracterizado por líneas rectas y formas angulosas, aunque por el contrario, el mecanismo en el exterior adoptaba propensiones más progresistas. Dicho esto, en las pruebas que nos encontramos del Rover 827, no mencionan en ningún momento sus asientos, si no que hacen una directa referencia a sillones. En comodidad y calidad de materiales, un sobresaliente.
El V6 japonés desenvolvía con soltura el pesado conjunto del coupé inglés, aunque le penalizaba su pequeña adicción a la gasolina. Era complicado bajar su media de los 12 litros.
Siendo un coche pesado (supera los 1.400 Kg) no es uno de los factores que influya negativamente a la hora de disfrutarlo, eso sí, disfrutarlo como una persona madura que no busca demasiadas emociones al volante. Este coche tenía sus propios clientes potenciales, los cuales podrían ser hombres solteros con cierta edad a los que les gustaba acudir a restaurantes caros y clubs de golf presumiendo de cierto espíritu juvenil. Puedo imaginarme en el concesionario de Rover a hombres casados y más maduros, los cuales posiblemente tuvieran nietos, decantándose claramente por la versión sedan de este Rover.
En 1994 era toda una rareza encontrarse con un coche inglés dotado con tecnología japonesa, pero si a eso le sumamos un techo solar eléctrico, climatizador, asientos eléctricos con tres memorias y calefactados y un equipo de sonido firmado por Pionner, quizás no recordemos a ningún alemán equivalente con tal currículum. Siempre que no superara los seis millones de pesetas, claro.
No te equivoques por su aspecto. Es un coupé extremadamente cómodo y rutero.
Quizás un modelo muy escaso en cuanto a sonsacar a sus conductores una expresión emocional desmesurada, pero sí un coche muy difícil de superar en comodidad y calidad general en su época. Un motor muy fiable para un conjunto especialmente cómodo, que en nuestros días es muy exclusivo, ya que solo se produjeron 11.123 unidades. Sin duda es una opción de mercado muy suculenta, teniendo en cuenta que sus precios hoy por hoy son ridículos. ¡Algo bueno tenía que dejarnos el marquísmo y los rumores!