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El domador de cobras: Dodge Viper, su historia.

written by Héctor Jáñez 7 agosto, 2017
El domador de cobras: Dodge Viper, su historia.

Por Héctor Shavershian.

A finales de los años 80, los coupes sobredimensionados y dotados con vastos motores, comenzaban a ser una urgencia en los catálogos de las compañías con más renombre. El Chevrolet Corvette C4, el Ferrari 348 o el Jaguar XJ220, exteriorizaban el patrón a seguir si se quería estar a la altura en la producción de vehículos de altos vuelos. Aunque Chrysler aún no contaba con este tipo de producto entre sus filas, llevaba algún tiempo inmerso en el desarrollo de un prototipo que marcaría un antes y un después en las historia del motor estadounidense. Mientras otros deportivos con nombre de reptil venenoso ya habían dominado las calles de Detroit, como el AC Cobra, ¿que mejor forma de presentar a una nueva bestia patria que bautizándolo como Víbora?

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El Dodge Viper se convirtió en el Santo Grial de la cultura automovilística de Norteamérica. Aquellos pretéritos y definidos rasgos, los cuales nunca se corrompieron a lo largo de su historia, siempre han caracterizado a la excelentísima bestia de Detroit. La impresión de su alargado morro o su dilatada zaga, fueron algunos de los rasgos que presidían una estética triunfal por la que no pasan los años. Fascinó a toda una generación.


Este linaje de deportivos, no solo presumía de su inspiración sobre uno de los iconos del motor estadounidense, el AC Cobra, si no que además, contaba con el asesoramiento del propio Carroll Shelby.


Por entonces, Bob Lutz se encontraba a la cabeza de Chrysler y su percepción del proyecto estaba claramente inspirada en un reflejo histórico del automóvil clásico estadounidense. Hay quien dice incluso que el Viper fue una concepción moderna del AC Cobra. Al ser un prototipo nacido con unas cualidades sugestivas innatas, la expectación que recogió durante su presentación en el Salón de Detroit de 1989, le catapultó sin rodeos a la producción en serie. Roy Sjoberg, el ingeniero a la cabeza de Dodge, tuvo entre sus manos uno de los trazados más importantes de la historia del motor de Detroit.

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Chrysler veía futuro en el nuevo Viper y sin más preámbulos, declaraba a su equipo que no escatimara en gastos. Sjoberg había seleccionado a 85 de los mejores ingenieros para intervenir el proyecto. La misión era clara: producir uno de los mejores deportivos patrios vistos hasta la fecha, en un periodo de tiempo de tan solo 9 meses.

– ¿Cual fue el origen de su enérgico corazón?

A pesar de que dice la leyenda que el Viper montaba un motor de camión, la Víbora de Detroit no integraba ni un ápice de la tecnología usada en el transporte. Vale que su sonido y tamaño fuesen semejantes, pero sus orígenes fueron mucho más refinados de lo que se piensa.

Año 1992. Apenas unos meses antes de que el Viper estuviese disponible en los concesionarios, las ilustres camionetas Dodge RAM 3500 comenzaron a ofrecer un nuevo motor Magnum V10 de 8,0 litros. Estos motores se caracterizaban por desbordarse con grandes cantidades de par, y a su vez declarar una potencia ajustada en consecuencia. Eran motores fabricados a la antigua usanza: pesados bloques de fundición de hierro. A prueba de bombas. El escaso intervalo de tiempo entre ambas presentaciones, junto con la inusual producción de los motores de 10 cilindros en norteamérica, suscitó la duda de que ambos modelos pudiesen compartir ADN.

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Que un deportivo se fusionara con un motor de camión, era una idea que seducía a muchos. Lo cierto es que la historia fue más bien distinta. El motor del Viper era un refinado V10 de aluminio y sus condiciones no fueron motivo del azar. No sería un fabricante de camiones quien procuraría una exquisita mecánica al Viper, si no uno de tractores. Por suerte en aquella época, Lamborghini formaba parte del imperio Chrysler y con la amplia experiencia de los italianos en la producción de mecánicas de alto rendimiento, que mejor asistente que el toro de lidia.


El tiempo era limitado y durante la puesta a punto del chasis, los ingenieros colocaron en la Víbora un tradicional V8, procedente de una furgoneta de la época. Se alimentaba la leyenda.


Los principios que Lamborghini había plasmado en aquel V10 eran más bien antagónicos con respecto a los habituales Magnum de 8 cilindros. Gracias al talento italiano, Chrysler había conseguido gestar un bloque de aluminio con una estructura completamente nueva. Materiales más ligeros, nuevas culatas y unos refuerzos mucho más trabajados, otorgaban al Viper una mecánica exclusiva. A pesar de su construcción en aluminio, el enorme motor seguía caracterizado por una robustez sin igual. Sus 300 Kg de peso le abalaban. Aquel motor presumía de unos refuerzos poco habituales, casi obsesivos. Chrysler había puesto mucho en el proyecto y quería descartar de inmediato cualquier agente que contrariara la fiabilidad de su nuevo deportivo.

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El Viper por fin hacía su su esperada aparición, y lo hacía a lo grande. La musculosa bestia alojada bajo su kilométrico capó, en cierto modo enmascaraba su elemental acabado interior. ¿Pero quien se iba a fijar en los detalles interiores cuando se pusiese en marcha su 8,0 litros de 400 cv? Así es. Aquel V10 era un bárbaro de 8.000 centímetros cúbicos capaz de esputar sobre el asfalto 625 Nm a tan solo 3.600 rpm. Para un peso de apenas tonelada y media, estas condiciones eran algo colosal.

– La bestia cubierta: Viper RT/10 GTS:

El Viper se había convertido en la estrella de Detroit. Gozaba de la admiración de la prensa, los pilotos se rendían a sus prestaciones y los aficionados a la gasolina lo declaraban como su sueño más húmedo. Chrysler había hecho diana y no contento con ello, se le ocurrió la genialidad de ofrecer una versión coupé. Así nacía la versión GTS: el nuevo Viper de 1996 llegaba con un techo cerrado que se caracterizaba por un abultamiento en cada extremo, para dar cabida a las cabezas de sus conductores.


El Dodge Viper no era un deportivo apto para conductores novicios. Su potencial reclamaba una delicadeza especial que no todos tienen.


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El nuevo Viper coupé no solo alardeaba de nueva carrocería, si no que incrementó su potencia hasta 450 cv. Al igual que incrementaba su potencia, también reducía su peso. Años atrás, los ingenieros tenían claro que uno de los puntos a tratar en la Víbora sería la reducción de metal bruto. Y así fue: más ligero y más potente, nacía una leyenda del motor que en la actualidad mantiene muy vivo su linaje mediante una fabricación a mano y un monstruoso motor SFI de 8,4 litros y 645 cv.

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