Por Héctor Shavershian.
Es el SEAT Toledo más potente jamás fabricado. Puede incluso que suponga un manifiesto donde se originó el linaje de los Cupra. La del Toledo ciertamente es una historia con un final triste, donde en nuestros días, el modelo ha quedado relegado a las bajas categorías frecuentadas por clientes que, simplemente buscan un vehículo económico para desplazarse del punto A al punto B. Un vehículo insípido y desprovisto de todo carisma. Por ello, dicen las malas lenguas que el Toledo I fue el primer y el último SEAT Toledo. Pero vamos al lío.
El regalo que ves en la cabecera de este artículo surgió nada menos que de la colaboración con el equipo británico de Fórmula 1, British Racing Motors, más conocido como BRM. En 1992, un SEAT Toledo aún humeante por su reciente salida del horno, fue despojado de su bloque original de 1,8 litros y 136 cv, –GT versión– para manifestarse como un anglosajón con nueva mecánica, cortesía del Volkswagen Passat B3. Aunque aparentemente el motor KR del Toledo GT tuviese cierta cohesión –sobre todo visualmente– con el bloque wolfsburgués 9A, este, contrastaba con los KR a través de un cubicaje de 2,0 litros que inyectaba al eje delantero un potencial de 180 cv por encima de las 6.000 vueltas.
Sobre el papel, las diferencias entre los motores que convergieron en el nacimiento del Toledo BRM no eran demasiado profusas. Ambos procedían de la familia alemana EA827, estaban fabricados en hierro fundido y tenían culatas de aluminio. La diferencia radicaba en que el porteado de culata de los 9A presentaba geometrías más estrechas, al igual que unos colectores de 42 mm en lugar de los 50 de los KR. Esto garantizaba un mejor llenado en bajos y medios, a costa de perder cierto potencial en la zona roja del cuentarrevoluciones. Pero aquello sólo eran males menores para el BRM 180 que, manteniendo el cambio manual de 5 velocidades conseguía alcanzar los 100 Km/h desde parado en sólo 6,8 segundos. Una cifra bastante sugestionable para muchos 2,0 litros de aquella época.
El modelo ofrecía extras como techo solar, un exclusivo volante de nueva factura y unas llantas Borbet con neumáticos de 205 45 R16.
El bastidor fue mejorado con una suspensión deportiva que reducía su altura al suelo, y mantenía la estética de la versión GT mediante el mismo kit aerodinámico, a excepción de sus llantas, que fueron sustituidas por unas Borbet de 16 pulgadas. ¿Carta de colores? El negro. Eso sí, los anagramas BRM 180 personalizaban sendos extremos de la carrocería, para que todo aquel que osara tratarlo como un cualquiera, se percatase de que no estaba ante un “simple” GT.
No hay duda de que esta es otra de las genialidades que quedarán para la historia, y que por supuesto, nos hubiera gustado conocer mucho más a fondo, pero la información, e incluso el material gráfico, llega con cuentagotas. Quien deseara hacerse con una de estas exóticas unidades debía ser paciente y formalizar personalmente un encargo. ¿El número de unidades producidas? Un misterio..
Fuente de las imágenes: en.wheelsage.org/