Las 500 Millas de Indianápolis de 1987 fueron dignas de un guión de Hollywood. Con el equipo Penske Racing como protagonista, el evento Indycar por excelencia y uno de los más celebres de Norteamérica y del resto del globo, se convirtió en algo memorable. La historia da comienzo cuando el magnate Roger Penske, propietario de la escudería Penske Racing, decide contratar los servicios del piloto Danny Ongais. Este singular conductor, era un tipo cuanto menos introvertido, cayado, una persona hermética cuya vida parecía girar exclusivamente en torno a las carreras. Pocos apuntes personales se llegaron a conocer del singular conductor natural de Hawaii, que en su tierra natal, ya se había proclamado campeón de motociclismo con tan solo 18 años.
Cuando Danny Ongais decide trasladarse a Norteamérica para escalar en su carrera profesional, disputó su primera carrera en el ya extinto trazado de Ascot Park, en Gardena, California. Logró terminar la carrera en segundo lugar y su recompensa fueron unos irrisorios 15 dólares. Cuando Danny observo el dinero, se refirió a la cantidad como insulsa, alegando que en Hawaii por un resultado como aquel habría ganado al menos 250 dólares. En algún momento alguien le respondió que tendría suerte si lograba ganar esa cifra durante toda la temporada. A pesar de los contratiempos que suponían aclimatarse a la nueva cultura y a sus dispares registros, Ongais ascendió como la espuma, convirtiéndose prontamente en un ganador experimentado conocido por algunos sobrenombres como Danny “On-Gas” Ongais.
En los años 60 se vio involucrado en las carreras de Dragster. Había ganado el campeonato de 1963 y un año después, alcanzó la final en el primer campeonato nacional de Dragster patrocinado por la revista Hot Rod. Estas carreras se ejecutaron a lo largo de toda la década de los 60, y supusieron un importante aliciente para la popularidad del motorsport patrio. En la final, prácticamente en la salida, el coche de su rival y mentor Mickey Thompson, rompía el motor derramando unos cuantos litros de aceite sobre la pista. Aunque parecía que Ongais tenía todo el trabajo hecho, su línea de transmisión se rompía en pleno asalto. Ante la mirada atónita del público, el hawaiano se bajó del coche y comenzó a empujarlo a través del cuarto de milla hasta la línea de meta. Había reclamado el título. El suceso provocó la locura de los medios y el piloto se ganó su segundo seudónimo: The Flying Hawaiian (El Hawaiano Volador).
A la edad de 33 años, Danny Ongais terminó disputando hasta seis grandes premios de Fórmula 1 con el equipo Penske.
Tendrían que pasar más de diez años para que Ongais ocupara por vez primera un puesto en la parrilla de la Indycar. Hasta entonces, se había postulado como un piloto capaz de controlar cualquier tipo de vehículo con ruedas, por muy insurrecto que éste fuese. Pero su notoriedad comenzó a distorsionarse a finales de 1976, mientras pilotaba para el equipo Vel´s Parnelli Jones Racing y sufría su primer accidente importante. Ni durante su estancia en el hospital ni posteriormente, Danny Ongais ofreció algún tipo de declaración al respecto. Era una tumba. En 1977, gracias a su inagotable talento, se convirtió en el novato del año, y un año después, obtuvo cinco victorias en el campeonato que le convirtieron en el líder indiscutible. Ongais por su parte, seguía manteniendo el silencio a su alrededor. Sus escasas intervenciones frente a los medios se reducían a infaustos monosílabos.
En 1979 llegó otro accidente mientras ejecutaba una clasificación, para después, en 1981, volver a estrellarse cuando llevaba liderando cuatro vueltas en el trazado de Indianápolis. Aquel accidente le provocó daños graves, de tal manera que durante su regreso, aquel preponderante talento había quedado reducido a la ínfima notoriedad. El declive del hawaiano se tradujo en un nuevo accidente que aconteció en 1982, el cual suponía prácticamente el final de su carrera o al menos, de su reputación como piloto. En este punto por fin entra en escena Roger Penske, quien irónicamente, tenía una política muy estricta a la hora de contratar nuevos pilotos para su escudería.
Para la temporada 1987, sin saber muy bien los motivos que le llevaron a hacerlo, Penske Racing contactó con Danny Ongais para que éste realizase una única carrera: Las 500 Millas de Indianápolis. Para Ongais suponía una oportunidad de oro, la redención sobre el trazado que había sido la propia kryptonita de su carrera. Por otro lado, Pesnke había actuado contradictoriamente, mas cuando su mentalidad exigía pilotos de equipo, talentos capaces de ganarse a la prensa y a los patrocinadores. Danny Ongais era el antagonismo personificado de la política que dictaba Roger Penske.
Tras los acontecimientos de aquel día, Roger Penske aseguró que la vida de Danny Ongais eran las carreras. En su mente no hay nada más allá. Durante la mañana del jueves 7 de mayo de 1987, aproximadamente a las 11:44 de la mañana, Danny Ongais realiza una prueba con un Penske PC16 decorado con la librea de Panavision. Se trataba del chasis negro que conjuntaba al Pennzoil y al Miller utilizados para la promoción del equipo en aquella campaña. En algún momento del test, Ongais se estrella violentamente contra el muro que delimita la curva número cuatro del trazado de Indianápolis. El piloto sufrió daños importantes, que incluían una conmoción cerebral y un fuerte golpe en el pecho que le propinó una de las llantas del monoplaza. Con todo, a pesar de permanecer ingresado varios días en el hospital, el hawaiano mantenía intenciones de estar disponible para la sesión de calificación. Por supuesto, tras el accidente Ongais rechazó cualquier tipo de entrevista a pesar de que Roger Penske insistió en que concediera algunas declaraciones al respecto. Fue en vano.
Danny Ongais fue uno de los pilotos más herméticos y misteriosos del siglo pasado. Su constante rechazo hacia los medios posiblemente contribuyó en el declive de su carrera.
Aunque personalmente le había asegurado a Danny que tendría un vehículo disponible tras su recuperación, Roger Penske, probablemente movido por la inseguridad, contactó con el piloto Al Unser. Irónicamente, este piloto natural de Nuevo México, había ganado en dos ocasiones las 500 Millas de Indianápolis corriendo con el equipo Vel´s Parnelli Jones Racing, la misma agrupación para la que corrió Danny Ongais a mediados de los 70, y con la que sufría su primer accidente grave en la Indycar. Ahora, Roger Penske le estaba ofreciendo un volante a Al Unser para que pilotara en Indianápolis, pero no el del P16. Aquel coche había estado mostrando ciertos problemas de confiabilidad, por lo que Penske recurrió a uno de los coches pretéritos, un March 86C armado con un motor Cosworth DFX. Curiosamente, este coche se encontraba expuesto en el Hotel Sheraton, en Pensilvania. Bajo indicaciones, fue trasladado a las instalaciones del equipo para su acondicionamiento y dispuesto para que Al Unser lo pilotara. El día de la carrera, desde la posición 20, Al Unser lograba ponerse en cabeza de carrera en la vuelta 183. Terminó proclamándose campeón del evento por tercera vez, a tan solo cinco días de cumplir 48 años. Danny Ongais por su parte, terminó condicionado por una trayectoria profesional que ciertamente no compatibilizaba con su talento natural. Su perpetuo silencio muy probablemente ayudó a sufragar su olvido.
Imágenes vía: Desconocido.
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