Previo a su comercialización, todo nuevo producto necesita ser probado. Esto comprende a cualquier tipo de manufacturas, y sea cual sea la mercancía que comience a circular entre la sociedad, ha sido sometida a un buen puñado de pruebas. Es lo que posteriormente desemboca en los acreditados controles de calidad. Por supuesto, los coches de carreras no iban a ser menos. De hecho, son éstos precisamente los que se registran bajo un intenso programa de estudio e investigación que requiere gran cantidad de horas de trabajo, para a posteriori, extrapolar todo ello al mercado. En el lenguaje automotriz, a los coches destinados a realizar este tipo de ejercicios se les conoce como mula de pruebas.
La relación directa con esta introducción y la historia de hoy, es precisamente una mula de pruebas, quizás una de las más enigmáticas que comprenden la historia de la competición. Para conocer esta historia hay que remontarse al nacimiento del Campeonato FIA GT. La popularidad y las expectativas en torno a esta serie eran muy altas. Porsche construyó su propio prototipo desde cero, inspirándose en su modelo estrella, el 911. Lo llamaron Porsche 911 GT1. Por el contrario, Mercedes-Benz y su división AMG se encontraban en tierra de nadie, habían ejecutado sus últimos programas de carreras en el campeonato alemán ITC (International Touring Car Championship) y ahora se veían huérfanas de toda disciplina. El Campeonato FIA GT suponía una nueva oportunidad para reengancharse profesionalmente, pero el tiempo apremiaba para Mercedes, que apenas contaba con seis meses de tiempo para concluir el desarrollo y las pruebas necesarias de su nuevo GT.
Los motores no suponían un problema para la empresa, que había hecho acopio de una notable experiencia trabajando en el Grupo C, con victorias en la temporada 1989 que incluían las 24 Horas de Le Mans. En 1991 Mercedes-Benz desveló el C112, un modelo experimental dotado de un bloque V12 denominado M120. Para el nuevo proyecto, la empresa decide tomar como patrón este motor de 6.0 litros, el cual AMG modifica en una bestia de 600 cv, denominada LS600. Esto, junto a una transmisión secuencial de 6 relaciones, completaba el grupo propulsor del nuevo GT alemán. Pero había transcurrido poco tiempo, no el suficiente como para que los ingenieros desarrollaran un chasis competitivo donde ejecutar las pruebas necesarias para los nuevos motores.
Un tiempo contrarreloj puso a Mercedes en jaque, viéndose obligados a adquirir un chasis de la competencia para poder testar sus mecánicas.
Sin más opción a la que aferrarse, la firma alemana comienza a plantearse la compra de un chasis McLaren F1 GTR. Se habían decantado por este modelo porque demostró ser muy competitivo durante las pretéritas sesiones BPR, y además, de origen estaba dotado de un motor equivalente al nuevo LS600. Otro de los factores decisivos, fue que el McLaren se erigía sobre un monocasco de fibra de carbono, el cual también había sido la elección del equipo para desarrollar el nuevo prototipo. Era la ecuación perfecta, resuelta a través del ADN de dos vehículos realmente semejantes.
Bajo una estricta confidencialidad, la compañía logró comprar el chasis McLaren F1 GTR #11R, que inicialmente había sido entregado a Giroix Racing para su participación en la temporada BPR 1996. Una vez en su poder, AMG extirpó el bloque V12 S70/2 de BMW Motorsport que originalmente propulsaba al McLaren, así como la transmisión. Al ir equipados con mecánicas similares, el motor LS600 de AMG encajó a la perfección sobre el chasis británico. Para trabajar la aerodinámica y que ésta fuese teóricamente equivalente a la del modelo venidero, se modificó la carrocería del McLaren, eliminando las ópticas de la parte delantera y simulando la parrilla de Mercedes. También se reeditó la parte posterior mediante una cola larga, nuevas luces verticales y un spoiler sobredimensionado similar al que se utilizaría en el proyecto denominado como Mercedes CLK GTR.
Las primeras pruebas de este Frankenstein se llevaron a cabo en Madrid, sobre el trazado del Jarama.
Con la carrocería modificada y el motor AMG acoplado al chasis británico, el equipo viajó con esta pieza anglosajona hasta la capital española. En la cuna de la competición madrileña, el Jarama, la mula de pruebas estuvo a disposición del piloto alemán Bernd Schneider, que entonces ya era campeón de DTM. Los test se habían prolongado hasta en cuatro días y Schneider había logrado excelentes tiempos que superaban marcas pretéritas de otros chasis McLaren F1 GTR. Pero no todo fue un camino de rosas. Durante uno de los test, Schneider pierde el control y estrella el coche contra las barreras. Los daños eran notables, lo suficiente graves como para tener que recoger a todo el equipo y abandonar los test. Los medios de comunicación desvelaron la noticia y eso condicionó a Mercedes para finiquitar la utilización del vehículo.
En cualquier caso, el trabajo estaba prácticamente hecho. El equipo logró reunir la información suficiente como para terminar de ejecutar su proyecto y proclamarse como los primeros vencedores del Campeonato FIA GT. Una vez finalizada esta aventura, el chasis fue restaurado y devuelto a su formato original, para a posteriori ponerlo en venta. Irónicamente, para la temporada 1996 de Fórmula 1, Mercedes y McLaren se fundieron bajo su propio consorcio. Es posible que sin haberse premeditado, la crónica relacionada en torno a esta mula de pruebas supusiese el estímulo que se implicó para concluir aquella colaboración. ¿Quién sabe?
Imágenes vía: Desconocido.
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