Asimilar un título como Volvo, por defecto nos inspira atributos como seguridad, elegancia, porte, figuras robustas de importante aplomo y porque no decirlo, los trazos rectilíneos y angulosos que Jan Wilsgaard ejecutó durante décadas en algunos de sus estudios asentados en la antigua Suecia. Y bien patentó todas estas condiciones a través del gélido acero sueco, el cual ha conformado las berlinas más seguras del antiguo continente. Aunque no solo de discreción y austeridad se ha nutrido la insigne sueca y como testigo tenemos a un protagonista cuanto menos singular.
Recién descorchados los controvertidos años 90, los deportes del motor seguían su estela de auge, mas la demanda de los superturismos emprendía un importante estallido. Ahora retrocedemos de forma singular hasta 1992, donde hasta la fecha en el campeonato alemán por excelencia, el ilustre DTM, los fabricantes venían participando bajo el reglamento de los Grupo A. Una vez consumida la temporada, en 1993 se aplica el nuevo reglamento de la FIA Clase 1, una esfera que albergaba las más punteras tecnologías así como potencial sobremanera, a cambio eso sí, de un solo pero imponente hándicap; los costes de producción.
La cosa funcionó teóricamente bien hasta que en 1995 ya habían aflorado los hábitos ambiciosos/destructivos de la FIA. Unos hábitos que sepultaron de nuevo, una categoría mítica. 1996 fue el último año de las grandiosas carreras de turismos alemanas. Con el pasó de los años los deportes del motor se sumieron en una viciosa recesión. El nuevo milenio estaba a la vuelta de la esquina y el máximo organismo, la Federación Alemana de los Deportes del Motor, decide retomar “prácticas pretéritas” y reabrir la Caja de Pandora. Exhibían un nuevo reglamento, nítido y conciso. Es más, todos los coches serían prácticamente homólogos con distinta carcasa. Motor V8 con un tope de 4,0 litros, chasis tubular y un peso mínimo de 1080 Kg. Con esos ingredientes solo el piloto y sus dotes podían ser decisivos en la ecuación.
1Peter Zakowski, siempre atento a cualquier tentativa que se tornara en torno a las parrillas, estaba dispuesto a meterse en el ajo. No obstante, sabemos que el título Zakspeed fue un habitual en las sangrientas batallas del DRM, e incluso en la máxima categoría de la Fórmula 1. La cuestión era que para afrontar esta nueva etapa, la de los nuevos tiempos, el equipo teutón no disponía de un enlace directo con ninguna de las firmas inscritas en la categoría. Nombres como Opel, Mercedes o Audi ya salpicaban las listas del renacido DTM.
1Piloto de carreras alemán que posteriormente heredó el mando del ilustre equipo Zakspeed, fundado por su padre Erich Zakowski en 1968.
Ya que el reglamento obligaba a ejecutar desde un chasis tubular de acero, el equipo no tenía prisa por ponerle título a su obra. Todo el agrupamiento tecnológico que el proyecto albergara estaba exento de ser bautizado, al menos durante su confección. Zakspeed hizo lo que mejor zabe: interpretar un coche de carreras. Judd Power fue el proveedor del motor V8 de 4,0 litros, capaz de transmitir 450 cv de potencia a las ruedas motrices.
Ya que los ingenieros lograron un conjunto de 1 tonelada exacta, los 80 Kg restantes fueron reutilizados como lastre para equilibrar la receta en puntos estratégicos.
Ahora Zakspeed cobijaba en sus recintos un engendro mecánico que ansiaba con ahínco un donante de rostro, una identidad. ¿Y por qué no el estereotipo escandinavo? En lo que a competición se refiere, Volvo se hallaba en un prolongado periodo de letargo. Nada menos que desde la era dorada de los Grupo A y su 240 Turbo. Una buena oferta sobre la mesa podría instigar la necesidad de matar dos pájaros de un tiro; por un lado retomar sus prácticas en competición, y por otro, darle un frescor mediático a sus nuevos modelos de producción, entonces anclados en un target un tanto purista a escasa excepción.
No podía ser otro que el C70. El elegido. Las pruebas se llevaron a cabo en circuito cerrado y se realizaron en presencia del público más exigente: las altas esferas y el séquito del DTM. Sin ningún motivo aparente o alguna explicación que esclareciese las causas, el Volvo C70 DTM no debutó en la temporada 2000 del DTM. ¿Rumores? Muchos. Pero a decir verdad si no hay fundamentos de peso que los constaten, ¿para qué confabular? Además la directiva de Volvo, siempre escoltada por ese conservadurismo, en ningún momento terminó por facilitar el soporte necesario para terminar de materializar el proyecto. De hecho, ni siquiera llegaron a otorgar los derechos que permitían el uso público de la carrocería C70. Lo que no sabían es que por suerte o por desgracia darían paso a un leyenda. Actualmente el cóctel anglo-nórdico descansa en el imperial museo Zakspeed, como tantos. Algunos otros, si no la mayoría, sí tuvieron la suerte de poder batallar. Al fin y al cabo, el fin y el derecho para el que se habían engendrado.
Fuentes: carmrades, VolvoSpeed Forums.