Para la temporada 1995 Volvo se vio sumida en pleno sumario, llegando cambios sobre el frío acero sueco, con pretensiones de desagregar su eterna fama de firma conservadora y aburrida. Modelos como el 850, aunque prevaleciesen estos hilvanados al puntaje creativo que el incombustible Jan Wilsgaard había venido recolectando para la marca en las últimas cuatro décadas, acercaban al cliente de Volvo hacia una nueva esfera. Así pues, cuando el Team TWR armó un sedan del 95 con lo mejorcito de sus quehaceres, equipó con un arma devastadora a uno de los pilotos más laureados del Campeonato Británico de Turismos de aquel entonces. Su nombre era Rikard Rydell, un portento además natural de los límites escandinavos de la cruz amarilla sobre fondo azul. Coche sueco, piloto sueco. Todo quedaba en familia.
Completamente empañado, casi opaco, quedaba todo ejercicio realizado por el gran Tim Harvey durante aquella campaña de 1995, si bien Rydell destruía gran parte de los cronos a lo largo de aquel curso, a bordo teóricamente del mismo coche. Pero no es ni de Harvey ni de Rydell de quien quiero hablar. Ni tan siquiera de mi adoradísima BTCC. Hoy no, porque resulta que este armatoste sueco —dicho desde el cariño— terminó desembarcando en Oceanía para que tras su cesión, Volvo Australia decidiera revestir su figura de un peculiar tono rojo. ¿Pero qué pintaba un sueco que había ejercido en Inglaterra, mudándose al territorio V8 Supercars?
Peter Brock es nuestro hombre. Fue entonces, el influyente responsable de timonear la versión más potente y radical de un Volvo hasta entonces. El hombre Holden, propiamente había dedicado gran parte de su carrera a lidiar con los musculosos V8 de casta australiana, y por qué no, pensó que había llegado el momento de interpretar nuevos guiones. Eso sí, siempre titulado por su marca personal #05.
George Shepheard daría las prudentes pinceladas al conjunto, y administraría las preferencias y caprichos de Brock en su aventura escandinava. Los documentos hablaban de hasta cinco unidades Volvo 850, propiamente construidas por TWR para la temporada 1995 de la BTCC. La de Brock reflejaba el chasis 850R5-003. Era un escenario poco corriente el australiano, con contendientes de un tallaje soberbio como los Audi A4 de cuatro ruedas motrices o los 6 cilindros que latían en el interior de los prolíficos Diet Coke de Paul Morris y Geoff Brabham. Pero el vociferante 5 cilindros sueco tampoco iba mal calzado, a costa del avituallamiento de una nueva unidad de control, si bien cuando el vehículo fue devuelto a Suecia bajo la tutela de Greger Petersson, este reaparecía sin su correspondiente ECU. Ese era el detalle crucial que corroboró dicha sospecha.
Desde Europa llegó un nuevo kit aerodinámico para el colorado 850, en los albores de la temporada, cuando Brock ya había participado en algunas pruebas de apoyo como la Gold Coast Indy Grupo A. Pero la verdadera idea estaba fija en el Australian Super Touring Championship, en puntuar ordenadamente, y por supuesto en alzar el título. Lejos de toda expectativa, el robusto sueco tuvo un comienzo de temporada muy antagónico con respecto a su principal propiedad; su habitual reciedumbre pertenecía al pasado, estuvo flojo y desalentado. Los problemas mecánicos parecían concentrarse en el coche rojo, y la llegada de la Bathurst 1000 —quizás el más importante evento de apoyo de la temporada—dejaba a Brock fuera del Volvo, debido a su convenio con HRT.
Esta es una unidad con historia. Ha cruzado océanos y ha estado al servicio de algunos de los pilotos de turismos más reconocidos de los años 80 y 90.
Con un Volvo huérfano y cargado de problemas, Jim Richards entraba en escena como revulsivo. ¡Qué grande! Enorme más bien, si aquel reserva de lujo fugazmente conseguía la primera victoria para Volvo en Australia, antes incluso de que Brock hubiese comenzado la 1000.
Con el regreso de Brock y tras una mudanza de Dunlop a Michelin, el Volvo empezaba a carburar. O eso, o había quedado bendecido por las manos del gran Jim Richards. Es curioso, pero si nos paramos a pensar en esta unidad ¿os dais cuenta la de talentos que ha cobijado su cabina? Rydell, Harvey, Brock, Richards.. Incluso Tony Scott lo condujo durante la última ronda de la temporada 1997. Es en ese momento en el que te das cuenta de que es una unidad especial. A lo que íbamos. La ronda nocturna de Oran Park, una de las últimas del curso, desprendió tonos más anímicos dejando finalmente a Brock y a un Volvo recuperado en la sexta plaza del campeonato.
Brock retomaría sus orígenes en la temporada 97 con los HRT V8, su sustento preferido. Sin embargo, Richards se había prendado del buen sabor de boca prestado durante su breve empresa con el 850. Un sabor de boca muy sueco. Había tomado una decisión y sucedería a Brock como padrino en esta campaña de intercambio. Jim Richards correría con el 850 durante 6 de las rondas correspondientes a los super turismos de 2,0 litros, y a pesar de que la sociedad logró la victoria durante las dos primeras rondas, las nuevas actualizaciones de BMW y Audi, empobrecían a un supertouring que databa de 1995.
A finales de 1997 el Volvo tomaría su jubilación, regresó a su país natal y allí, en su gélida Suecia, encontró un lugar en la colección privada del ex piloto Greger Petersson. Permaneció un buen puñado de años bajo la custodia de este, deleitando ya solo con su porte, en raras ocasiones con el suave ronroneo de su voz, a los admiradores de las carreras auténticas. En 2016 encontró un nuevo hogar junto a Amelie Westbrook y desde entonces, poco más se ha hablado de él.
Fuente: supertouringregister