Prácticamente se manifiesta como un vehículo de carreras al que se le permite ser matriculado. Y es que este sedan de tonalidad colorada, poco se asemeja a las tradicionales y a la vez polivalentes berlinas de su categoría. Forjado a través de los vestigios del idílico Grupo A, este Mitsubishi Lancer Evolution VI TME, aterrizaba conmemorando la abundancia de hasta cuatro títulos consecutivos, logrados por el conocido piloto finlandés. En efecto, las siglas TME hacen referencia a Tommi Makinen Edition, apellidando al que podría ser, uno de los primeros vehículos verdaderamente deportivos, aptos para ser eficientes en cualquier ámbito. Literalmente hablando.
Llegado para arrasar los WRC durante los lanzamientos de portentos como el Peugeot 206, el Ford Focus o el mismísimo Subaru Impreza. Entre los susodichos, el EVO VI se postraba como el adalid de los rallys.
Es un todo terreno en toda regla. Primero porque el coche solo necesita de una escasa salpimentación, para convertirse en un auténtico Grupo N de calle. La edición no presumía de ostentosos cambios estéticos, si bien el paragolpes delantero apareció dotado de nuevas tomas de aire, no en aras de la estética como es habitual, si no de canalizar el aire hacía todo componente que conformaba sus entrañas.
Por supuesto que su bloque era el robusto 4G63 en su variante turbocargada. Un 4 cilindros multiválvulas de ensueño que, ahora traía un nuevo sistema de refrigeración para los pistones, mediante chorros de aceite. El turbocompresor encogía en tamaño, pero daba un gran salto en calidad. Fabricado en titanio, disponía de la liviandad suficiente para suministrar una mejor respuesta en bajos, sin perder los registros de presión máxima de su unidad predecesora. Además, contaba con el auxilio de un intercooler que proporcionalmente, también incrementó su tamaño.
Mantenía los previos y jugosos 280 cv, así como la transmisión de relación cerrada y 5 velocidades, presumiendo pues de un nuevo diferencial autoblocante con embrague multidisco. A nivel bastidor, el equipo de suspensiones fue afinado para adaptarse mayormente a los terrenos de asfalto más espinosos. Cosa que por otro lado, no distaba para que los poderosos hechizos de RallyArt lo transformaran en un devorador de caminos con tan solo un par de retoques.
La preciosa carrocería se aderezó además de con el rojo, con los logos de Rallyart entre otros, así como con un alerón de aluminio que parecía disimularse coloreado con la misma tonalidad del conjunto.
Interiormente hablando, —claramente el talón de Aquiles de estas unidades— se sazonó con unos nuevos asientos que rezaban mediante bordados, el nombre del conductor finlandés. Un interior que generalmente fe animado por la viveza de los siempre elegante y atractivos detalles en rojo. Su volante MOMO, la palanca de cambios y los pedales, constituían el resto de distintivos tan habituales de aquella época. Una época en la que no eran necesarios los leds, las pantallas táctiles o los touch controllers.
Fuente de las imágenes: deviantart.