Tradicional, burgués, conservador.. Un cumulo de atributos que tradicionalmente han resuelto por unanimidad a la berlina que Citroën lanzó en 1993. Era el sustituto natural del tecnológico BX, y abandonaba este las designaciones de dos letras que los galos venían practicando durante décadas, para tomar por fin un nombre propio pronunciable. Se apellidaba Xantia, pero eso sí; la letra X seguía estando presente en cada uno de los nuevos títulos de los del doble chevron.
En esta historia existe un protagonista de altos vuelos, y en este caso, no es precisamente ni un deportivo ni un superturismo de cientos de caballos. La prima donna de este relato es la desmedida carrera del piloto de rallycross Jean-Luc Pailler. En la década de los 80, en los rallycross galos no existían rivalidades para el piloto autóctono y su monturas de origen Citroën. Había sido campeón nacional de la Copa 2 CV, campeón francés en 1983 y 1984, y campeón absoluto de la división 2 de 1993 con un Citroën BX Turbo 4×4. Pero lo mejor aún estaba por llegar.
Era cosa complicada. Urgía una sucesión de poderes, un relevo generacional que tarde o temprano, el implacable paso del tiempo termina por reclamar sin excepción. Y es que tras veintitrés victorias consecutivas en el campeonato nacional, el Citroën BX Turbo de Pailler aclamaba su jubilación. Después de una larga carrera de éxitos y de puro rendimiento, fidelidad y compenetración, el sustituto, ‘el nuevo’, iba a tener complicado estar a la altura, mas en una competición caracterizada por la dureza de los rallycross. Aquel subalterno conocido como Xantia, no podía fallar. Sin margen de error, sin remilgos ni paciencias, debía nacer ya a la altura de todo un portento.
Fue un proyecto que por suerte, aterrizó apoyado oficialmente por la red Citroën, y eso, ya era un aliciente más que suculento en aquella época. Se rechazó en mayoría el aprovechamiento o herencia concernientes al BX, siendo el equipo de frenos de los pocos vestigios que el Xantia mostraría de su triunfal antecesor. Para tal cometido, Jean-Luc contaba con una alineación de lujo: Thierry Le Guily, Pascal Le Tannou y Jean-Yves L’Hommelet, eran algunos de los nombres aquí involucrados.
Pero no vamos a engañarnos, aunque este fuera un nuevo proyecto de novedosos trazos, los genes eran equivalentes a loscque trajeron al mundo a aquel campeón titulado BX. Entre otras cosas, el nuevo Xantia de carreras conservaba la magia de la suspensión hidroneumática, marca de la casa. Es en aquel entonces, incluso teniendo en cuenta a la lunática actualidad plagada de tecnología punta y automatísmos, donde era raro de ver a un vehículo de competición exento de amortiguadores, galopando mediante un sistema encabezado por un puñado de esferas plagadas de grifos. Una excentricidad cuanto menos. Para justificarlo, ¿qué mejor que recurrir a todo un clásico?
– Si algo funciona, ¿por qué cambiarlo?
¿Alguna vez habías imaginado un Citroën Xantia con 525 cv? Con la presión absoluta de sobrealimentación en los 3 bares, se hablaba de que la unidad de Pailler llegó a alcanzar incluso los 600 cv.
El tren delantero nacía de un lienzo en blanco, más ancho y con un sistema totalmente antagonista al de su predecesor el BX. Hay que tener en cuenta en este apartado, que el Xantia ya en su configuración de serie, era unos 5 cm más ancho y hasta 20 cm más largo que el BX, y esto son datos que en absoluto terminaron influyendo en una excelentísima dinámica en los rallycross.
El bloque de 1.9 litros y 16 válvulas, código XU9J4, iba turbocargado y rezaba potencias de hasta 525 cv. Era un 4 cilindros en línea santificado con la más rabiosa de las potencias francesas. La estructura del conjunto se desmidió tanto que, el equipo se vio obligado a modificar el capó para que este pudiera cerrarse sin que se topara con alguno de los novicios componentes adicionales del bloque. Algunas de aquellas portentosas piezas, como su nuevo sistema de admisión variable, transfirieron a este burgués a la élite de los coches de carreras.
La anormal potencia que albergaba el discreto sedan galo era distribuida hacia un sistema AWD, por el cual, su transmisión SADEV fue estratégicamente colocada en posición longitudinal. Toda la aerodinámica del vehículo fue revisada, de hecho, este parecía un Xantia atiborrado de esteroides. Pasos de rueda ensanchados, agresivos spoilers delanteros y traseros, y toda una plaga de tomas de aire que contribuían activamente en la refrigeración de toda una familia de radiadores.
En 1996, a pesar de su efectividad, el Xantia rallycross sufrió una nueva evolución. Su peso se redujo hasta en 50 kg, a costa de suprimir numerosos elementos tecnológicos.
El consorcio entre Pailler y su equipo llevó a las berlinas Citroën hasta el summun. Si con el BX consiguieron una importante demanda de laurel, el Xantia, a pesar de toda la presión mediática y de los importantes niveles de expectativa que se le venía exigiendo, logró cuajarse a la altura de su predecesor.