Aunque parezca sorprendente, a principios de los años 60 Ford estuvo a punto de adjudicarse una de las compañías más importantes, si no la más, de la industria automotriz. Allá por el 1963, la compra de Ferrari por parte de los del óvalo azul venía barajándose hacía tiempo, pero fue entonces cuando il Commendatore rehusó cerrar aquel anómalo acuerdo y desatar una polémica que gobernaría el orgullo. Aquellos eran tiempos gloriosos, en los que para Enzo Ferrari lo más importante no era la producción industrial de su imperio automovilístico, si no el departamento de competición. Influenciado por la presunción de que Ford no sería lo suficientemente capaz de proporcionarle autonomía a su exigente departamento, Enzo Ferrari se dio media vuelta y continuó con sus usanzas produciendo vehículos del Cavallino Rampante.
Seguramente en Ford tenían muchas expectativas sostenidas bajo la presunción de la compra de Ferrari, entre las que destacaba la construcción de un vehículo de competición lo suficientemente rápido y fiable para participar en las series de Le Mans. La otra idea de Ford con la compra de la empresa italiana era maquillar su imagen de marca conservadora, pero una vez rotas las negociaciones y con la miel en los labios, los norteamericanos no podían echarse atrás con sus planes de conquista.
El nacimiento del Ford GT fue quizás la causa y efecto de la discordia con los italianos.
Tras un fracaso comercial precedido por importantes pérdidas de inversión en auditorias a activos de fábricas de Ferrari y otros procesos legales para formalizar la transacción, Henry Ford II asaltado por el orgullo, decidió emprender el proyecto de un superdeportivo de manera relativamente independiente. ¿Por qué relativamente? Pues básicamente porque nada más iniciar los trámites de producción se tomó como referencia el Lola Mk6 GT, el cual había hecho su reciente aparición.
Si hacemos una breve referencia al Lola Mk6, nos encontramos a Eric Broadley como artífice del diseño y un motor central trasero de 8 cilindros en V, que se mudaba desde los Shelby de 4,2 litros cosechados por la propia Ford. Perfecto para las pretensiones del magnate americano. Aquel Lola había aterrizado en los circuitos con una tecnología bastante avanzada. Se erigía sobre un chasis semi-monocasco de aluminio y una carrocería construida en su totalidad con fibra de vidrio. No obstante, se tuvo muy presente como inspiración tras su reciente y prometedora participación en las 24 Horas de Le Mans.
El tiempo apremiaba y en Ford no se anduvieron con preámbulos estructurales. Fue el mismo Broadley el elegido para diseñar y ensamblar el nuevo deportivo que, posteriormente, se bautizó como GT40. Pero el ingeniero británico y fundador de Lola Cars no estaría sólo en su peliaguda aventura. El experimentado equipo procedente del Styling Center de Ford, dirigido por su compatriota Roy Lunn, sería la alianza perfecta para la gestación final del anti-Ferrari.
El equipo dirigido por Roy Lunn ya había trabajado en un concep car con un motor V4 de 1,5 litros colocado en posición central y una carrocería de aluminio tipo barqueta. Fue bautizado como Mustang I.
Mientras los dirigentes de Ford ya habían encomendado el diseño de su super deportivo a Broadley y al equipo de Lunn, el chasis partía de una estructura claramente inspirada en el Mk6. La gran diferencia es que este se fabricó en acero, en lugar del liviano aluminio por motivos de seguridad, mientras que el plano estético lateral y posterior fue un copy paste del Lola MK6.
Eric Broadley tenía en mente un coche de alto rendimiento, mientras que Lunn y su equipo se centraron en su atractivo. En los despachos, Henry Ford II sólo pensaba en venganza tras la “traición” de Ferrari.
El frontal del nuevo deportivo sería la única porción que presumiría de una nueva facturación, si es que se puede decir así, ya que fue irrefutablemente inspirado en un prototipo llamado Mustang I que Lunn y su equipo habían dibujado anteriormente. Por otro lado, Broadley, casi en un segundo plano, se veía rodeado de algunas contrariedades que llegaban con decisiones que iban conformando al proyecto. Un chasis más pesado y la incorporación de un frontal con cierta inestabilidad a altas velocidades, se alejaban del concepto de coche de alto rendimiento para volverse a estancar en los tradicionales cánones de Ford.
El objetivo de Henry Ford II era claro. Vencer, y a ser posible humillar a Ferrari en las 24 Horas de Le Mans. Llegaba el momento de la verdad, el super Ford estaba a punto de ser terminado en Inglaterra. Montaba un motor V8 de 4.195 cc que rendía 350 cv cuando fue enviado a los Estados Unidos para que la directiva de Ford valorase el trabajo. Debían dar el visto bueno. Con unas líneas nutridas por sus ilustres antecesores, los Mk1 y Mk2, aquel GT40 aún era un inconcluso cachorro. Era el primero de su estirpe, el Adán.
Una vez ensamblados otros tres prototipos comenzaron las exigentes pruebas de élite, todas ellas realizadas en circuitos ingleses. Lo irónico es que ninguno de los test fue demasiado satisfactorio para los ingenieros. Apenas dos semanas después, en abril de 1964, comenzaban las pruebas libres de Le Mans, donde los GT40 volvían a mostrarse reticentes y dos de los pilotos terminaron accidentados. La inestabilidad que proyectaba a altas velocidades con motivo de su frontal, era un mal endémico del nuevo deportivo y se convirtió en el principal punto a sanar.
Inevitablemente la decepción invadió a todo el equipo. Habían trabajado duro y tenían unas expectativas demasiado buenas, pero con unos resultados que no acompañaban en absoluto. Durante aquella época en Ford aprendieron que las cosas no sólo salen bien a través de grandes inversiones de dinero y Broadley, astuto y previsor, se encontraba en una encrucijada corporativa.
El final del GT40 ya lo conocemos todos. Fue un final feliz. Tras diferentes pruebas y análisis, el equipo comenzó a subsanar los problemas aerodinámicos del frontal y lograron corregir el problema. Ya lo creo que lo lograron. Los GT40 terminaron por coronarse en las 24 Horas de Le Mans, Henry Ford II pudo culminar su venganza y la compañía logró dejarnos uno de los vehículos más hermosos y exóticos de la historia del automóvil. ¿Hay algún final más feliz?
Fuente imágenes: Auto Concept Reviews