Es un hecho que si nos referimos a cualquier tipo de competición donde estén involucrados coches de origen norteamericano, sonará el nombre de NASCAR. La cuestión es que a este lado del Atlántico hay un gran porcentaje de gente que desconoce y confunde los principales cánones de esta competición. Unos preceptos que por otro lado, no terminan de ajustarse a las “prioridades” e intereses deportivos europeos. Sin un previo esfuerzo de entendimiento, vemos a muchas personas gritar a los cuatro vientos que la NASCAR es una competición aburrida, que carece de sentido. Para demostrar lo contrario, hoy haremos una pequeña excursión por uno de los eventos automovilísticos más espectaculares del mundo.
En Estados Unidos hay un dicho popular que contornea al mundo de la competición: Ganar el domingo y vender el lunes. Verdad o no, esta frase comenzó a ganar cierta popularidad en el mundo de la NASCAR. Como competición de coches de producción en serie, la National Association for Stock Car Auto Racing, (Asociación Nacional de Carreras de Automóviles de Serie) no solo es desde hace casi siete décadas nada menos, la categoría automovilística más famosa y comercial de Norteamerica, si no que es la competición de coches de producción en serie que amasa las mejores cifras, tanto a nivel de recaudación como de expectación.
Durante un fin de semana de NASCAR se preparan entre 2.000 y 3.500 juegos de ruedas.
La historia de la NASCAR se remonta a la decimoctava enmienda, ratificada en 1919 y vulgarmente conocida como la Ley Seca. Con la prohibición de la productividad, distribución y venta de bebidas alcohólicas, muchos mecánicos y conductores comenzaron sus andanzas en el mundo de las preparaciones de coches, con el propósito de conseguir una mecánica potente y dócil que les permitiera transportar una gran cantidad de bebidas alcohólicas, a la vez que sorteaban los controles policiales.
Un peculiar origen.
Estas raíces están fuertemente ligadas al Condado de Wilkes, Carolina del Norte, donde por aquel entonces estos conductores clandestinos se adiestraban en el arte de la conducción sobre circuitos de tierra con forma de óvalo. Los coches utilizados para competir eran en su mayoría livianas preparaciones que se asentaban sobre modelos de calle. Aunque aún eran carreras desprovistas de renombre, lograron tal éxito que su popularidad se expandió por todas las zonas rurales del sur, dando formación a importantes celebridades de las pistas como Benny Parsons, un piloto natural de la zona que llegó a conquistar la Copa NASCAR.
En febrero de 1948 se disputaba en Daytona la primera carrera oficial de NASCAR. Fue conquistada por Red Byron a bordo de su Ford Coupé del 39 trucado.
Con el paso del tiempo, un gran número de pilotos había ido madurando su experiencia, compitiendo bajo los decretos de los promotores de los circuitos que se expandían a lo largo de diferentes estados. Eran eventos aislados, en los que los pilotos no solían correr acatando un mismo reglamento. Aún en plena convalecencia económica tras la Segunda Guerra Mundial, en 1948 se cuajaba una solución para unificar la competición, cuando Bill France, promotor del ‘Daytona International Speedway’, Ed Otto y otros pilotos, esquematizaron el reglamento que sentaría las bases de la competición oficial.
La NASCAR nace de forma oficial.
Durante los codiciados inicios de la competición, una única división llamada Estándar se componía de vehículos de producción, básicamente sin modificaciones significativas. Gracias a que desde sus inicios ésta es una competición que no responde ante la FIA, su éxito y progresión han sido ininterrumpidos a través del tiempo. A partir 1950 la categoría reina pasaba a llamarse Grand National, y a partir de la década de los 60, con la prosperidad que arrojaba la posguerra, aparecieron los primeros constructores de vehículos de competición. Coches que mantenían su carrocería estándar, pero que sumaban importantes modificaciones mecánicas y estructurales. El nacimiento del motor V8 de 6,0 litros de Chevrolet —aún presente en la actualidad— fue un importante punto de inflexión para la competición. Desaparecían los stock cars para dar rienda suelta a las bestias de competición.
Mientras que la mayoría de certámenes presumían de pistas ovaladas de entre media y una milla completa, en Darlington, Carolina del Norte, se construía el primer supercircuito de NASCAR. Corría el año 1950 y este Coliseo del motor, con 2,2 kilómetros, era más rápido, más ancho y más ladeado que todos los vistos hasta la fecha. Era el primer supercircuito de velocidad de la competición.
Hoy en día la NASCAR se compone de 3 series: Nextel Cup, Busch Series y la Craftsman Truck Series.
Antes de que llegara el gran día de la inauguración del Daytona International Speedway en 1959, el certamen por excelencia se celebraba en un circuito playero, situado en los albores del balneario de Daytona Beach, Florida. En el condado de Volusia, este trazado se recorría en sentido anti horario, y estaba formado por dos rectas de aproximadamente 2 millas cada una: la Carretera Estatal de Florida A1A hacia el sur, y la playa hacia el norte. Solo hay que dejar que nuestra mente viaje hasta aquellos remotos años 40, y que la imaginación nos gratifique con la atmósfera de ovación y festejo que se concentraba sobre las playas de la zagal Florida.
Richard Petty fue uno de los más laureados. Gano 200 carreras, consiguió 126 poles, 7 títulos y el récord de 27 victorias en un solo año (1967). 10 consecutivas.
En 1970 el autódromo de Daytona International Speeway ya se había convertido en el epicentro de la Nascar. La estructura de la competición comenzaba a fortificarse mediante importantes patrocinios, como el de R.J. Reynolds, uno de los grandes imperios tabacaleros de los Estados Unidos. El acuerdo supuso un negocio muy lucrativo para ambas partes, ya que durante aquel 1 de abril de 1970, el entonces presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, prohibía publicitar el tabaco a través de la televisión y las ondas de radio. En un intento por apaciguar su discordia, las grandes compañías tabacaleras comenzaban a dedicarle cierta inversión a las carreras.
Llega la evolución: la era moderna.
En este punto entramos en lo que es considerado como la era moderna de la NASCAR. Con la llegada de los grandes patrocinios, en 1971 la primera división de la competición pasó a denominarse como la Winston Cup Series. Siendo la categoría reina, la Winston Cup se convertía en la serie más competitiva, la que mayores pasiones desataba entre los adoradores del V8. Paralelamente, la segunda división adoptaba el nombre que representó a la categoría reina durante los años previos, la Grand National, solamente hasta que en 1982 apareciese un patrocinador de éxito que gestaría la Budweiser Series. Un patrocinio muy efímero que en 1984 se transmutó a la Busch Series.
Cada uno de los cuatro neumáticos de un NASCAR es diferente. Varían en composición y medidas según el lado del óvalo y las circunstancias.
La NASCAR había triunfado y se estaba convirtiendo en un deporte sumamente mediático, de manera que algunos de sus eventos más exitosos comenzaron a gozar de una total cobertura televisiva. De bandera a bandera, el Daytona 500, entre otros, se convertía en un evento deportivo que soportaba una audiencia masiva, tanto en directo como por televisión.
A partir de 1972, la ardiente Winston Cup estaba en pleno auge. Larry Smith era coronado como novato del año, el número de carreras se reducía de 48 a 31 y desaparecían todas las pistas de tierra de la programación oficial. La estructura de la competición comenzaba a sufrir ciertas modificaciones, pero al contrario que sucede con las intervenciones de la FIA, éstas sí servían para mejorar la expansión y la estructura de la misma. La competición pasaba a tornarse cual campeonato de regularidad. En este punto, los pilotos en lugar de concentrarse en ganar determinadas carreras, sumarían un número de puntos por cada victoria que conseguían. Los cómputos globales desvelarían al campeón.
Los años 80 estuvieron marcados por la rivalidad entre Dale Earnhardt y Darrel Waltrip. Era el equivalente al Ayrton Senna vs Alain Prost en la F1.
Los años 80 dieron paso a una congregación de estrellas. Las viejas glorias de la NASCAR cedían un relevo generacional a los nuevos talentos norteamericanos. Era el momento de un joven Dale Earnhardt, un piloto que consiguió un total de siete campeonatos y que en 2001 falleció en la carrera de Daytona 500 al estrellarse su coche contra el muro a 300 Km/h.
Llegaron los excéntricos 90 y la NASCAR se había convertido en uno de los cuatro deportes principales. Fue la época dorada de la competición. Su éxito fue tal, que la competición llegó hasta Hollywood a través de un largometraje protagonizado por Tom Cruise, llamado “Días de Trueno”. El actor neoyorkino interpreta a Cole Trickle, un novato pero talentoso piloto, que comienza a competir en la NASCAR convirtiéndose en el ídolo de los miles de aficionados.
Las emociones estaban a flor de piel, la competencia era más enérgica que nunca, las asistencias a los circuitos cerraban constantes sold out y la audiencia televisiva estaba por las nubes. Dale Earnhardt y su Chevrolet negro con el numero 3, estaba en la cúspide de su carrera y conseguía un total de cuatro títulos durante esa década. Tras su fallecimiento en 2001, aquel coche negro con el número 3 pasó a ser un objeto de culto para los aficionados. Hoy día es una pieza más expuesta en el Salón de la Fama NASCAR.
La influencia de la NASCAR.
Desde su consolidación, la NASCAR es uno de los deportes más valorados por los ciudadanos norteamericanos. Solo por detrás del fútbol americano, es el deporte que más audiencia consigue en la televisión nacional. La competición ya se retransmite en más de 150 países, y con 75 millones de aficionados que se surten con todo tipo de merchandise relacionado con el torneo, más la suma de las ventas centralizadas de derechos audiovisuales, la NASCAR logra unos ingresos anuales que superan los 2.000 millones de dólares. No obstante, la lealtad y pasión del seguidor de la NASCAR es vitalicia, desde su infancia hasta su vejez.
El Daytona 500 es apodado como “La gran carrera americana” o “La Super Bowl del motor”
En los Estados Unidos, la NASCAR más que un deporte es una cultura, y por eso, las 500 compañías más reconocidas del país patrocinan más a la NASCAR que a cualquier otro deporte. Solamente la primera carrera de la temporada, la célebre Daytona 500, genera unos 47 millones de dólares en entradas y un cómputo global de 136 millones de dólares. Está entre los 7 eventos deportivos con mayor expectación y recaudación del mundo, y genera tres veces más beneficios y audiencia que cualquier otro tipo de categoría del motorsport.
En la NASCAR no existen edades. En 1983 Bobby Allison subía al centro del podio apunto de cumplir 46 años, mientras que en 1993, Jeff Gordon ganaba su primera carrera clasificatoria con tan solo 22 años de edad.
¿Cómo son sus circuitos?
Aunque muchos opinen lo contrario, correr y ganar sobre un circuito ovalado a velocidades que superan los 300 Km/h, no es ninguna simplicidad. Las diferentes formas, o las variaciones en los grados de inclinación de las pistas, afectan y complican el comportamiento natural de los vehículos, por lo que ejecutar la configuración idónea para las condiciones de cada circuito, puede ser un proceso largo y tedioso. No obstante, también hay que tener en cuenta el factor dirección de un vehículo NASCAR, el cual no está configurado para circular en línea recta. Debido a esta tendencia para irse hacia un lado, los pilotos deben hacer un alarde de tacto y habilidad técnica.
Las pistas de la NASCAR no se vanaglorian precisamente por sus dimensiones, y no solo eso. Siempre hay que contar con el factor sorpresa que se soslaya entre 43 vehículos salvajes que compiten a velocidades medias de 250 Km/h. La cosa puede ponerse muy tensa en cualquier momento. Los accidentes son un hábito, el colapso y el contacto directo entre varios vehículos, hacen que cualquier contratiempo sea espectacular.
En este tipo de competición los reglajes son muy específicos y se hacen de forma asimétrica. Las mediciones de los neumáticos están a la orden del día y se intercalan entre ambos ejes, colocando los de mayor altura en el interior o en el exterior para conseguir un carácter subvirador o bien sobrevirador. Lo mismo sucede con las suspensiones de ambos lados.
Unas normativas especiales y emocionantes.
Choques, embestidas, empujones, insultos y peleas. Los señores de la FIA se tienen que tirar de los pelos viendo tales “atrocidades” dentro de una competición. La NASCAR es así, y sus principios siempre se han centrado en proporcionar un buen espectáculo al aficionado. Esto por supuesto, en consonancia con una mejora constante de la propia seguridad, pero no a costa de normativas que censuren la esencia de las carreras. ¿Esto último os suena de algo verdad?
Para el piloto que se encuentra en el cockpit de su NASCAR, las instrucciones por radio de su jefe de equipo y de su spotter son indispensables. ¿Qué es un Spotter? Se trata de una persona de confianza que se sitúa en uno de los puntos más altos de las gradas, desde donde puede observar todos los acontecimientos más relevantes vinculados a la carrera. Con toda esa información, el spotter traduce al piloto las maniobras que puede o no puede realizar, así como la situación de su rival más directo o bien por que lado es más conveniente atajar la próxima curva.
De forma sorprendente, en el año 2000 Toyota se convertía en el primer fabricante extranjero en participar en la competición.
La NASCAR no siempre es justa, y son muchas las ocasiones en la que la pericia del piloto no es decisiva y se recurre a alguna que otra treta. Los desenlaces terminan en manifestaciones de furia entre pilotos, mecánicos, e incluso en fuertes tanganas en las que intervienen todos los miembros del equipo. Por suerte o por desgracia, estos altercados hoy día ya forman parte del espectáculo. ¿Pero donde se remontan las peleas de la NASCAR?
Los aficionados pueden alquilar la emisora por la que emite su piloto favorito y escuchar los diferentes diálogos e instrucciones del jefe de equipo durante toda la carrera.
Corría el año 79, y comenzaba la temporada con la célebre Daytona 500. Durante ese año, la carrera más insigne del mundo iba a ser retransmitida de bandera a bandera por la televisión nacional. El génesis de las peleas de NASCAR llegaba cuando Donnie Allison y Cale Yarborough rodaban durante la última vuelta liderando la carrera. A lo largo del evento se había producido algún que otro altercado, y Yarborough decidió dejar la paciencia de lado para dar rienda suelta a su orgullo: – voy a pasar, sí o sí. Por el contrario, Allison siempre tuvo las ideas muy claras: – NO pasas. Ambos pilotos terminaron chocando y saliéndose de la pista, donde tras abandonar sus vehículos, terminaron a golpes, patadas, agarrones y todo tipo de acometidas a las que también se sumó Bobby, el hermano de Donnie. El altercado fue recogido por las cámaras de televisión y emitido en los salones de todo Norteamérica. La polémica pelea y su posterior pleito, recogieron más interés y expectación que la propia carrera.
Existen circuitos de NASCAR en los que prácticamente hay que competir con el pie a fondo. Es el caso de Daytona o Talladega, donde las velocidades son firmes y normalmente se mantienen por encima de los 300 Km/h. Son velocidades muy atípicas, en las que además, en muchas ocasiones, los pilotos se sitúan a escasos centímetros del paragolpes trasero o del lateral de su rival. Por este motivo, la lluvia es un agente que motiva a la suspensión de cualquiera de los eventos para que estos puedan celebrarse al día siguiente.
Son duras carreras, casi de resistencia, se prolongan durante más de dos horas y se rigen por un sistema de puntuación que beneficia con 40 puntos al piloto que termine en primera posición, más un aliciente de 3 puntos por su victoria. 39 puntos para el segundo, 38 para el tercero, etcétera. Además de las puntuaciones generales, se adjudica un punto extra al piloto que más vueltas a liderado y otro punto extra al piloto que lidere una vuelta o más. Recientemente el sistema de puntuación ha variado pero sin demasiadas desemejanzas.
La leyenda Darrell Waltrip dijo una vez: “Si el león no mordiese al domador de vez en cuando, no sería excitante”
¿Como son sus coches?
Cuando los pilotos se dedicaban al transporte ilegal de alcohol a través de las montañas, tanto los mecánicos como ellos mismos modificaban sus V8 para lograr cantidades extras de potencia. Irónicamente, al unificarse la NASCAR, los coches comenzaron a competir sin apenas modificaciones relevantes. Solo a medida que se modificaba el reglamento, se modificaban los vehículos.
El V8 siempre ha sido el motor por excelencia, no solo de la NASCAR, si no del automovilismo norteamericano. Hay que tener muy presente que un motor de NASCAR no solo tiene que ser potente y contener el número adecuado de cilindros: un motor de NASCAR debe ser un corazón fuerte y vigoroso, que permita a su portador rodar a grandes velocidades durante horas sin fallar. Básicamente son motores que funcionan sin parar a pleno rendimiento durante una media de 800 kilómetros.
Si has tenido la oportunidad de ver la apertura del radiador de un NASCAR tras numerosas vueltas, comprobarás que no hay demasiada diferencia entre éste y un auténtico géiser.
Imagina el banquete sonoro que supone para el nervio auditivo, rodar con un V8 a 9.000 vueltas y 300 Km/h de forma prolongada. No cabe la menor duda de que los vehículos NASCAR fueron los más veloces en competición oficial. Si bien los F1 pueden alcanzar velocidades astrales, un NASCAR no se amedrentaría en absoluto frente a un monoplaza.
Los repostajes en boxes durante los años 70 y 80 eran un tanto elementales, y en cada parada, se derrochaba una gran cantidad de combustible que terminaba derramado por los suelos.
La NASCAR siempre ha sido muy consecuente con sus orígenes y su esencia. Aunque pueda sonar a cliché, ¿si algo funciona, por qué cambiarlo? Esto viene a que los V8 actuales siguen siendo motores atmosféricos, de balancines y con cilindradas de 5,8 y 6,0 litros. Sí, los famosos 358 C.I. De hecho, no sería hasta 2012 cuando se abandonaba el uso de los carburadores de cuatro cuerpos para introducir la inyección electrónica. Lealtad inagotable a las raíces.
A finales de los años 60, los stock cars comenzaban a sufrir ciertas modificaciones que se centraban especialmente en su seguridad. La implementación del arco de seguridad, los cubre faros y las puertas soldadas a la carrocería, pasaban a ser motivos obligatorios para poder competir. Curiosamente, durante los años previos, los pilotos sujetaban las puertas con cinturones para que estas no se abriesen durante un accidente.
La introducción de la gasolina sin plomo no llegaría hasta 2007, y sería suministrada por Sunoco.
En la actualidad, solamente hay tres marcas participando en la NASCAR. La inamovible Chevrolet, Ford y Toyota, ocupan todas las plazas de la categoría reina, una estampa muy distinta a la de los años 70, cuando llegaron a competir conjuntas hasta siete marcas distintas. Muchas de ellas como Oldsmobile o Pontiac, ya han sido desterradas del imperio de General Motors. Otras marcas fuertemente posicionadas en el mercado norteamericano también desaparecieron progresivamente de la competición, como Plymouth y su Road Runner, un icono de las carreras con motor de 7,2 litros 440 C.I: el “Golden Commando”. Los últimos en desaparecer serían los Buick, al final de la temporada de 1991. En 1992 fue le turno de Oldmobile y Pontiac prolongó su estancia hasta 2003. Dodge dejaría el campeonato en 2012.
Motores como el R07 de Chevrolet, el FR9 de Ford o el ya extinto de la competición R6P8 de Dodge, han dominado las pistas de NASCAR durante la última década. Una tecnología no muy distante de la que imperó durante décadas sobre todas las pistas que se extienden ante el vasto territorio norteamericano. Si algo podemos aprender de ellos es su fidelidad, su pasión por el producto autóctono y por el deporte. Solo nos queda dar gracias por poder disfrutar de la legendaria historia de un deporte tan emocionante como es la NASCAR. Os aseguro que si tenéis la suerte de disfrutar de alguno de sus eventos, lo que actualmente se ofrece en Europa en lo que a deportes del motor se refiere, os sabrá a poco o más bien a nada.