Dentro de la automoción son muchas las diferencias que separan la línea tecnológica cuyo destino son las calles, de la susodicha redirigida hacia los pilotos profesionales. Algún día hablaremos largo y tendido sobre dichas diferencias, pero en esta ocasión en concreto, he decidido hacer hincapié en las cajas de cambios, uno de los periféricos más importantes de un vehículo y que por desgracia, hoy en día casi ha perdido toda su esencia y propiedad tal y como se concibió.
La principal distinción de las cajas de cambios sincronizadas con respecto a las que estamos acostumbrados a tratar los mortales tradicionales, son sus engranajes helicoidales, un mecanismo en el que varios dientes permanecen engranados al mismo tiempo, procurando una mejor interacción con el conductor y por supuesto, un mayor silencio de rodadura. El problema de este sistema es que la fuerza que acontece en cada piñón es decreciente con respecto al anterior, siendo un efecto contrario al de los engranajes rectos donde la fuerza va en aumento, además de posibilitar un soporte sustancial de las fuerzas aplicadas.
Uno de los principales motivos que justifica el uso de las cajas de piñones rectos en competición, es la teórica simplicidad para modificar su relación de transmisión.
Con todo lo mencionado y mezclándonos un mínimo con la física, en los engranajes helicoidales las fuerzas aplicadas direccionalmente provocan una más que cuestionable perdida de potencia, en consecuencia de una mayor relación de contacto por superficie. Por consiguiente, de igual manera que este diseño procura una mayor suavidad de engranaje, la entrada desviada de los piñones helicoidales también afecta a la solidez general del conjunto si tenemos en cuenta unas variaciones de par más intensas generadas por diferentes factores. En un vehículo de calle estas variaciones no son demasiado extensibles, pero en una unidad de competición, por ejemplo con un volante motor aligerado, la irregularidad de los picos de par se pronuncia mucho más debido a su facilidad para subir y bajar de vueltas con gran celeridad.
De cara a la competición, errar de marcha sobre una caja de cambios secuencial es teóricamente imposible, algo que protege al motor de las consecuencias que produce pasarlo de vueltas.
En resumidas cuentas, los engranajes con piñones rectos son acoplados a las cajas exentas de sincronizador, y a pesar de ofrecer un funcionamiento más áspero, carente de un tacto agradable, es el sistema ideal para los vehículos de competición donde la marcha engrana a base de un simple golpe y su fuerza es directamente aprovechable y tolerable mecánicamente frente a esfuerzos de mayor intensidad.
En el vídeo que ves sobre estás líneas se puede apreciar el carácter puro de una caja de cambios de este tipo, y lo que es mejor, su estridente e incesante aullido. Es inevitable que el sonido nos recuerde a nuestro vehículo cuando circulamos marcha atrás. El motivo no es otro que la relación de marcha atrás de un vehículo común utiliza dientes rectos y suele estar exenta de sincronizado, en la mayoría de los casos. Aquello fueron motivos para simplificar la transmisión y reducir los costes de la misma, algo que hoy en día ya importa más bien poco tras la tiranía de los cambios automáticos.
Recuerda. Si alguna vez te preguntaste por qué un coche de carreras te atronaba con esos alarmantes aullidos incesantes, el secreto estaba escondido en su caja de cambios y no en su motor.