Por Héctor Shavershian.
Siguiendo la estela de las primeras preparaciones oficiales que se intercalaban en el mercado europeo, no podíamos dejar fuera a Artz. Cuando en la década de los 80, las marcas de más renombre comenzaban a involucrarse con muchos preparadores experimentales, la competición comenzaba a dejar de ser el principal justificante o excusa para dichas alianzas. Un vehículo de calle podía ser radicalizado por la sencilla razón de que el cliente comenzaba a demandar cierto potencial bajo el pedal, y superdeportivos de la época como los 911 o los XJS, sólo estaban al alcance de unos pocos mortales. Fueron años en los que a raíz de algunos concesionarios experimentados como el grupo Kohl, se cimentaron importantes compañías especializadas –en este caso en BMW. Estoy seguro que el nombre de AC Schnitzer os resulta familiar.
Algo similar sucedió desde Autohaus Nordstadt, en Hannover. A finales de los años 70 y principios de los 80, la gerencia de dicho concesionario estaba a cargo de un tal Günter Artz. Si analizamos toda su trayectoria profesional, este experto en relaciones públicas nos da muestras retrospectivas de una gran habilidad comercial y una mente muy hambrienta de experimento y velocidad. Su primera preparación hace referencia a un Volkswagen Karmann Guia –Tipo 34– al que le agenció sin reparo un motor bóxer de 6 cilindros. Se trataba de la mecánica refrigerada por aire procedente del Chevrolet Corvair. Aquel vehículo abrió la Caja de Pandora de las preparaciones Artz, las cuales comenzaron a imantar un éxito sin precedentes.
Artz no se andaba con chiquitas. Partía de un Golf GL de 1979 al cual le insertó el chasis y el V8 de todo un Porsche 928.
El honorable currículum del especialista en comercio se volvió mucho más excelso cuando se sumo a él nuestro protagonista. Bautizado como Golf 928, después de hacer una visita a las instalaciones de Arzt, el compacto más famoso de todos los tiempos parecía haber ingerido una dosis extrema de esteroides. La razón es que este “indefenso” pequeño había tomado como base el chasis de todo un Porsche 928, de ahí su apellido. Y no sólo eso.. Para un chasis de mayor envergadura, se necesitaba un motor que estuviese a la altura, de manera que Artz no se anduvo con ambages e insertó en el vano del Golf el motor stuttgartense de 8 cilindros en V y 4,5 litros.
Como buen ambicioso, Artz no se iba a conformar con los 240 cv que ofrecía el V8 del Porsche 928, de manera que es fácil imaginarlo dominado por el frenesí que le llevó a aumentar la cilindrada hasta los 4,7 litros para lograr un potencial de 300 cv. Recordar, estamos hablando de un Golf Mk1 de 1979 con 300 cv de potencia, prácticamente la cifra que actualmente declaran los Golf R. Es fácil apreciar sobre las fotografías la colosal diferencia entre un Golf tradicional y el monstruo creado por Artz, y lo más importante; estas diferencias no sólo se quedaban sobre retina y papel. Las prestaciones del V8 potenciado, sobre una base con un peso tan ajustado, debían ser electrizantes.
Se dice que sólo 10 unidades fueron fabricadas, dos de ellas asociadas a un cambio manual de 5 velocidades y las ocho restantes a un cambio automático de origen Porsche.
Sobre el modelo hay que decir que, aunque numerosas fuentes verifican la existencia de 10 unidades, algunos expertos afirman que la realidad sobre la producción del Golf 928 está lejos de ofrecer transparencias. También se decía que siete de las unidades han permanecido inamovibles en su país de origen, dos de ellas se exportaron a Suiza y Austria y una tercera viajó hasta Francia. ¿Mito o realidad? Lo cierto es que por el viejo continente no hay rastro de ninguna de estas unidades, pero lo que si podemos constatar es que al menos existió una de ellas, y es simplemente espectacular. ¡Gracias Günter Artz!