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Dodge Charger Daytona / Pymouth Superbird. Reyes muscle car.

written by 12 Cilindros 22 julio, 2017
Dodge Charger Daytona / Pymouth Superbird. Reyes muscle car.

Por Héctor Shavershian.

Derivado directamente de la competición, este muscle car de pura raza aparecía como un vehículo de carreras homologado para circular por las calles. Fue diseñado para batir todos los récords de velocidad en la NASCAR y verdaderamente logró su cometido si demasiado esfuerzo. Su forma de bala y el controvertido alerón que presidía su zaga, no fueron más que otro de los motivos que alimentaron la fama de esta bestia americana. Aunque para algunos el Superbird está considerado como una versión Plymouth del Dodge Charger Daytona, lo cierto es que son coches que presentan grandes diferencias.

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La Crisis del Petróleo de 1973 eclipsó la época dorada del motor estadounidense. Con los conflictos entre Oriente Medio y Occidente, el incremento de los precios, sumado a la dependencia económica del mundo industrializado del petróleo, provocaba una notable pérdida de la actividad económica tras las secuelas encarecedoras. La industria tenía que cambiar, y por supuesto, la del automóvil encabezaría la transmutación. Irónicamente, los conceptos para el desarrollo de los vehículos americanos, nunca presumieron de concentrarse en los consumos o emisiones. Aquellas eran ideas que nunca frecuentaron en ningún tipo de departamento ni compañía. Las diferentes trayectorias tecnológicas, a través de las cuales evolucionaba el automovilísmo norteamericano con respecto al japones o al europeo, venían justificadas por una política arancelaria y más distendida.


Aunque el Plymouth Superbird esté etiquetado como una versión del Dodge Charger Daytona, lo cierto es que son coches muy distintos.


Desde sus orígenes, catapultados por el Pontiac GTO, los muscle cars tenían como fundamento conseguir inmensas cantidades de caballos a través de cilindradas estratosféricas. En aquella época hacía su ilustre aparición el Ford Mustang, el líder de un sector conocido como pony car que iba destinado a un público inspirado en una economía más conservadora. Poco duraría inalterado este sector al verse acorralado por las seductoras potencias patrias. Los pony car terminaron presumiendo, al igual que todos sus congéneres, de enormes motores y grandes cilindradas. Este fue el motivo que impulsó a la creación de un muscle car superior. Uno que aplastara a todos los demás en las pistas.

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– 1969 Nacía el Dodge Charger Daytona.

Al igual que en otras competiciones europeas, la organización de competición exigía la producción de al menos 500 unidades de calle para poder homologar el vehículo a las pistas de NASCAR. De esta manera, la gente de Dodge se vio en la “encrucijada” de tener que servir a un público más bien continuista, aquellos Charger dispuestos de un grotesco kit aerodinámico. Las modificaciones aerodinámicas resultaban muy positivas cobre las pistas, cuando se circulaba a 300 Km/h, pero muy inanes para las heterogéneas leyes de circulación estatales.


Las aerodinámicas formas del Charger Daytona nacían referenciadas por algunos bocetos del ingeniero de misiles de Chrysler, John Pointer.


Para la versión Daytona, la carrocería del Charger prevalecía inalterada, a excepción de una extensión frontal en forma de cuña que incrementaba su batalla hasta superar los 5 metros y medio de largo. Sí, algo inverosímil para un coupé. Sobre aquella vasta extensión frontal se alzaba una iluminación retráctil, que sumado a una nueva luna trasera y a su enorme alerón de 60 cm de alto, constituían escasas pero importantes modificaciones.

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El Dodge Charger Daytona #71 de Bobby Isaac. 1971.

Su experiencia en el sector aeroespacial del programa de misiles de Chrysler, claramente había llevado al ingeniero John Pointer, a la gestación del Daytona. En sus intentos por transformar un Dodge Charger en una herramienta de competición aún más veloz, Pointer hizo que el Dodge Charger se convirtiese en el primer vehículo patrio diseñado en el túnel de viento. Arrasando sobre las llanuras de sal de Bonneville, el Daytona rompía con más de 20 récords de velocidad, haciendo alarde de un coeficiente de resistencia de 0,28 incluso a pesar de mantener intactas sus formas cuadrangulares.


Fue el primer coche de NASCAR en superar la barrera de los 300 Km/h. Se fabricaron 503 unidades y defendió un récord de 322 Km/h durante 17 años.


Conociendo lo que es un Dodge Charger original, es fácil discernir las trasmutaciones estimuladas por Pointer para crear el Daytona. Su éxito en las pistas fue patente, y al fin y al cabo, esa era la intención inicial. Aplastó a sus rivales más directos en la NASCAR, donde los Torino Talladega o los ilustres Mercury quedaron eclipsados por su locura aerodinámica.

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Sinceramente, presume de una excentricidad maravillosa. Puede que en su día estuviese rodeado de controversia debido a su aspecto, casi hasta demente, pero en la actualidad es todo un objeto de culto y las unidades en buen estado se cotizan por encima de los 100.000 dólares.

-¿Que impulsaba a esta bestia de Detroit?

El enorme V8 440 apodado “Magnum”, era el principal sustento del Daytona. Su vasta cilindrada alcanzaba los 7,2 litros y procuraba una potencia de 380 cv, aunque a pesar de estas aparatosas cifras no era su máximo estandarte. Por otro lado, los insignes 426 HEMI eran motores V8 de alto rendimiento con una robustez sobresaliente, y con sus 7,0 litros lograban derramar sobre el asfalto un potencial de 425 cv. Esto señores, eran 8 cilindros de producto patrio escupiendo 664 Nm a 4.000 revoluciones. Casi dos toneladas de puro músculo de Detroit. Supuso el principal motivo de las tormentas proseguidas por nubes blancas en los centros neurágicos de la NASCAR. El sueño de todo fabricante de neumáticos.


Muchos fabricantes americanos pecaban de modestos. Las potencias que declaraban solían quedarse cortas prácticamente en casi todas las lanzadas en los bancos de potencia.


Solamente entre 1969 y 1970 el Dodge Charger Daytona lograba un total de 22 victorias en la NASCAR. Era la primera vez que la federación decidía prohibir uno de sus productos autóctonos por lo que su carrera en la competición fue muy efímera. El último año que el Daytona pudo disfrutar de los circuitos, tuvo que hacerlo compartiendo su popularidad con su mellizo, el Plymouth Superbird.

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El prodigioso maletero del Superbird casi permitía alojar en su interior a un Fiat 500.

– La llegada del mellizo: Plymouth Road Runner/Superbird.

No, hay que decir que aunque le hayan colgado la etiqueta de “versión Plymouth del Dodge Charger Daytona”, el Superbird presume de personalidad y capacidades independientes.

A comienzos de los 60, Chrysler había desarrollado una nueva plataforma para la producción de vehículos “medianos” de tracción trasera. Hay que decir que lo que entonces se consideraba mediano en Estados Unidos, en Europa constituía todo un segmento D hecho y derecho. Aquella nueva plataforma, denominada tipo B, serviría como embrión para los Dodge Charger, los Coronet, en incluso para los Dart destinados a la exportación. No obstante, en Plymouth aprovecharon el tirón de producción para los famosos Satellite y los Belvedere. La plataforma B sería rediseñada para ser utilizada en numerosos modelos hasta los años 70, entre ellos el Plymouth Road Runner, una versión más accesible del místico GTX.

Una vez justificadas, en parte, las similitudes entre ambos modelos, lo cierto es que ni siquiera se identifican en batalla. El Plymouth es ligeramente más corto que el Dodge, y sus rasgos cardinales, los protuberantes alerones, ni siquiera son iguales si afinamos la vista.

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Por delante, el Dodge Charger Daytona #71 de Bobby Isaac, seguido del Plymouth Superbird #43 de Richard Petty.

Como apasionado de los coches, seguramente hallas disfrutado como un crío viendo las películas de Cars, en la que durante la primera entrega hace aparición Strip Weathers “El Rey”, un personaje que emula al famoso Superbird azul que condujo Richard Petty. El piloto estrella de la NASCAR, natural de Carolina del Norte, abandonaba Plymouth para firmar con Ford en 1969, hasta que la ahijada de Chrysler le ofreció el Superbird cual suculento caramelo envuelto en un precioso envoltorio. Petty consegu subir al centro del podio hasta en 8 ocasiones mientras condujo el Superbird. El éxito del Corre Caminos comenzaba a difundirse de tal forma, que desde Chrysler decidieron suspender la producción del Dodge Charger Daytona para concentrar la jornada completa en la producción del Superbird.


En la actualidad, el Daytona es el modelo más cotizado de ambos. Solo 503 unidades producidas, frente a las casi 2.000 del Superbird, abalan su exclusividad.


Hay que valorar durante tiempo estos coches para poder dar con sus diferencias, ya que son sutiles pero cuantiosas. El nuevo frontal del Superbird dejaba paso a unas nuevas formas que se salían de los trazos en forma de cuña del Daytona, prolongando el nervio central de su capó y luciendo una máscara de pintura negra sobre las tapas de sus ópticas escamoteables. Una nueva entrada de aire adicional y unos faros que se ceñían a los dos focos circulares del Road Runner original, personalizaban el frontal del Plymouth. Otras dos tomas de aire rectangulares distinguían el modelo desde cualquier ángulo lateral, y su alerón más alto y con un mayor grado de inclinación, hacía inconfundibles ambos modelos.

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La inspiración aeronáutica empleada por John Pointer es patente.

A pesar de que el número exacto de Superbird fabricados es una incógnita, son notoriamente más numerosos que los modelos Daytona de Dodge. El motivo se produjo cuando las normativas de la NASCAR obligaron a fabricar una unidad de Superbird por cada concesionario Chrysler que se levantaba en suelo estadounidense, en lugar de 1 por cada dos, como sucedió el año anterior con el Dodge Charger Daytona.

Como es un coche que sólo se fabricó durante 1970, no gozó de demasiada variedad mecánica, esencialmente porque las opciones de la época para estos coches se reducían a enormes V8, sí o sí. El famoso Corre Caminos partía del acreditado “Golden Commando” con 7,2 litros y 395 cv, o por el contrario, tomaba prestado el 426 HEMI del Daytona, un prodigio que en la realidad superaba sus cifras oficiales de 430 cv. Esta mecánica, en cualquiera de las dos carrocerías junto con el cambio manual de cuatro velocidades, conformaban el Santo Grial de los muscle car. Hoy en día tal combinación supone una pieza de colección muy complicada de localizar. Y en el caso de hacerlo, no será fácil pagarla.

– Un éxito un tanto tardío..

A pesar de lograr llegar a la cima en los circuitos, estas dos balas rodantes no levantaban las mismas pasiones en los concesionarios. Su estrafalario aspecto no terminaba de cuajar entre el público, provocando una parsimonia en sus ventas que llevó a reconvertir algunas unidades en los modelos estándar correspondientes. Esto, sumado a un precio poco accesible y a un dilatado catálogo de opciones del que hacía gala el mercado estadounidense, hicieron que todas las unidades fabricadas de los Daytona y Superbird no terminasen de venderse hasta finales de 1972. Poco imaginaban en aquel remoto 1972 que aquellos estrambóticos muscle car se convertirían en piezas con valores de seis cifras.

 

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