Es una monovolumen, una raza ya casi extinta a costa del éxito que están recogiendo los SUV durante los últimos años. Lo que a nadie se le ocurriría es que un vehículo de esta categoría, destinado a la comodidad y sobre todo a la funcionalidad de las familias más conservadoras, se posicionara en la parrilla de salida de uno de los circuitos más trascendentes del mundo. Y mucho menos en eventos tan duros como los de 24 Horas.
Aunque aquel modelo modificado nunca llegó a ser reconocido como un superturismo, sin duda es uno de los credenciales que se merece. Quizás siguiendo la estela de Volvo con su 850 Estate BTCC de 1994, la división belga de Peugeot quería dar que hablar en la edición de las 24 Horas de Spa-Francorchamps de 1995. Un proyecto erigido por la gente de Kronos Racing, y del que a pesar de todas las trabas proyectadas por sus rivales, pudo hacerse con un puesto en el evento.
Su elevado centro de gravedad y el escaso dinamismo de su carrocería, supuso para el 806 un puñado de barreras a superar hasta alcanzar la división 2 de los vehículos Procar.
Como todos sabemos, la competición es un importante ingrediente para alimentar la demanda de un modelo y ampliar sus horizontes mediáticos, y quizás en la era dorada del monovolumen Peugeot quiso catapultar las ventas de su nuevo vehículo con un compuesto de astucia y riesgo. Una vez presentado el proyecto, las diferentes quejas y conjeturas externas sobre la dinámica del vehículo, desembocaban siempre en pretextos sobre la peligrosidad que este suponía en una carrera de este nivel. A pesar de ello, el máximo organismo de los deportes del motor de Bélgica —el RACB— dio el visto bueno al proyecto para ser inscrito en la división 2 de Procar.
De nuevo, como un Deja vu que recordaba al gran rendimiento que procuró el Volvo 850 Estate en la BTCC solo un año antes, el 806 aplacaba todas las críticas que habían apostado por su rotundo fracaso. El monovolumen contaba con un trío de pilotos belga compuesto por Eric Bachelart, Philip Verellen y Pascal Witmeur, logrando posicionarse los número 12 en la parrilla y los 3º más rápidos de su clase.
No es un modelo con el que precisamente se pudiese atravesar Eau Rouge con el pedal a fondo, pero verlo enlazar con cierta impasibilidad el Raidillon y posteriormente devorar la infinita Kemmel, no dejaba indiferente a nadie. Pero la aventura del singular 806 no tuvo precisamente un final feliz, y es que la dureza de las carreras de 24 horas, sumado a un conjunto técnico que por entonces estaba de estreno, atrajeron a los indeseados problemas mecánicos. Los fallos fueron de menor a mayor cuando el vehículo tuvo que detenerse en principio tras sufrir problemas con su equipo de frenos y con la bomba de aceite. Posteriormente, transcurrida casi la mitad del evento, el motor del 306 Maxi al servicio del monovolumen dijo basta, dando por finiquitada la aventura de un apacible y sensato servidor por la jauría selvática de los superturismos.
Fuente: supertouringregister