Ellen Lohr es una de las principales y más experimentadas pilotos alemanas, si no la más. Una tradición familiar le llevó a pasar la mayor parte de su vida profesional en el interior de la cabina de diversos coches de carreras —estuvo una parte importante de su carrera ligada a Mercedes-Benz—; bueno, de coches, y de camiones, si bien en 1997 empezó a sentirse atraída por las insólitas carreras de estos colosos, motivando su participación en el Campeonato de Europa de Camiones de ese mismo año. Aquel curso, el primero para ella a bordo de una enorme mole dotada de un indómito caballaje, consiguió incluso un tercer puesto en la cita de Misano, dicho sea.
La carrera profesional de Lohr se inauguraba con la conquista del Campeonato Alemán de Fórmula Ford.
El caso es que la trayectoria de aquellos ojos, más azules que el océano si cabe, fue cuanto menos excelsa. Fue más nutrida y satisfactoria incluso que la de muchas celebridades con más renombre. Pero ya sabemos que el nombre es el nombre, en las carreras, en el fútbol y hoy en día hasta en el currículum. Es por esto que, especial hincapié me he visto obligado a hacer, en uno de los avances más fugaces de la hermosa dama del DTM. Avance fugaz o más bien inexplorado, según se mire. Se trata de su etapa en la DTC, pilotando el Honda Integra Type R del equipo KW. Aquella era una serie anual, en sustitución de lo que un día conocimos como la ADAC Pro Series, se celebraba en Alemania y alrededores, y comenzó a albergar a vehículos de super producción con una presencia bastante notoria.
El equipo KW había sido fundado en 1999, que si bien reconocemos su acrónimo, es un importante fabricante de suspensiones que en su día decidió involucrarse de lleno en las carreras, y dicho sea de paso, suministran algunos de los mejores coilovers del mundo, más aún si se trata de unidades de competición. Ese mismo año el equipo haría su primera aparición en la serie alemana, querían un estreno cuanto menos escandaloso, y persuadir a una experimentada Ellen Lohr, la única mujer que había conseguido cruzar la meta en primera posición en las espinosas pruebas de la DTM ‘Golden Age’, eso, sería la guinda. Dicho y hecho.
KW había tomado tratamiento sobre dos unidades Honda Integra Type R, un coche del que a estas alturas no hacen falta demasiadas exposiciones. Tenía un agitado motor multiválvulas de 4 cilindros, cuyo sistema de distribución variable VTEC, consentía a su cigüeñal girar a un máximo de 9.000 vueltas por minuto. Entonces, Lohr tenía los medios y la herramienta necesaria para imponer su criterio femenino sobre la pista, y así fue. Con varias poles en su haber y una DTC aún en rodaje, la celestial alemana conseguía hacerse con varias victorias particulares en el campeonato.
KW había demostrado su prodigiosa competencia técnica, no solo dentro del esquema de suspensiones, si no en la operación, estudio y ensamblaje absoluto de vehículos de competición. Su estreno supuso un aliciente para que el equipo emprendiera de forma más usual y concentrada, la conformación de un departamento de producción centralizado y destinado a la competición. Fue desde aquel entonces que la compañía, como representación de un producto, comenzó a estar estrechamente vinculada a Ellen Lohr, la heroína del DTM que logró sacar todo el jugo en pista a un Honda Integra de tracción delantera.
Imágenes vía: integratyper