Posiblemente, Bruno Saby no sea uno de los nombres con más reclamo en la era dorada de los rallyes. Bien. Pero lo que sí es inequívoco es su compromiso y pretensiones en las carreras; cualesquiera que fuesen estas. El campeón de Francia del 81 hizo acopio de su polivalencia y nunca se casó con nadie. Disfrutó de múltiples monturas, cabalgó sobre las llanuras de diferentes equipos y por supuesto, se sumergió en unas cuantas disciplinas, todas ellas ligadas a la grava.
Esta cita es un tanto especial, porque propiamente no he intentado abarcar la profusa carrera del astro galo, si no más bien subrayar una etapa concreta: sus andanzas por los virulentos rallycross. No está demás recordar que, los rallycross surgieron como un anexo en el programa deportivo británico World of Sport. Ya durante su prólogo, estos derivados se celebraban en circuitos cerrados de superficies mixtas, con vehículos homologados del Grupo B y a la postre de los Grupo A y Grupo N.
En la batalla de los Grupo B, Bruno Saby venía agrupando una sustancial cantidad de experiencia, nutrida también con títulos pretéritos como los del campeonato francés e incluso con delicadas victorias como la del Tour de Corse de 1986; en paz descansen los allí fallecidos Henri Toivonen y Sergio Cresto, mientras lideraban el rallye, dicho sea. El caso es que el equipo oficial Peugeot Talbot Sport, supuso una de las haciendas más valiosas para concluir la forja de unos atributos que, se hallarían por mucho tiempo negados a abandonar la polvorienta disciplina de los rallyes. Bruno Saby a diferencia de otros pilotos, disfrutaba de su profesión. Así mismo, una vez liquidado y enterrado el Grupo B, en 1988 se traslada a terreno franco, su tierra natal, para ser inscrito en el campeonato nacional de rallycross.
Aquella temporada 88 el piloto galo jugó a dos bandas. Mientras se sumergía en la exaltación de los rallycross a bordo de un carísimo Lancia Delta S4, previamente sus habilidades habían proyectado una excelente campaña en el Mundial de Rallyes, destacando por la conquista del Rallye de Montecarlo.
Bruno Saby puede presumir de poseer un tridente que todo piloto ansiaría para sus vitrinas: el Tour de Corse, el Monte Carlo y el París-Dakar.
Saby era entonces un hombre ligado a la firma italiana del alfabeto griego, lo que le permitía disponer de una de las mejores armas para el exterminio de los rallycross. El Delta S4 se convirtió en una de las unidades más codiciadas, si bien la combinación de un turbocompresor KKK y de un compresor volumétrico Volumex manufacturado por Abarth, suponía a ciencia cierta el cóctel más explosivo de entre todas las opciones de la carta. El problema era que, aunque se puedan presentir similitudes con respecto a los rallyes tradicionales, los escenarios del rallycross se presentaban bastante más ardúos, más accidentados de lo que por orden corresponde a eventos off-road de turismos. Era un inconveniente que además, se focalizaba en especial sobre el S4, por su inestabilidad y la complejidad de administración que este manifestaba sobre dichos terrenos. Por consiguiente, las agudas aerodinámicas que distinguen a los emigrantes del rallycross, tenían como fin lidiar en medida de lo posible con los problemas de inestabilidad que les causaba su nuevo territorio.
El sistema combinado de sobrealimentación equipado en el S4, le permitía gozar de mucho menos retraso de entrega, además de una mayor potencia en la zona baja del marcador.
Hasta su cese en 1992, los enormes spoilers delanteros y traseros fueron el latente manifiesto de que, los rallycross no interpretaban un afable paseo en razón del Grupo B. La costosa unidad de Bruno Saby terminó declarando 450 cv, que no son pocos, aunque otros equipos que se hicieron con los servicios del señor Stradale, hablaron de cifras que alcanzaban los 600 cv. Es más, aunque provocando menos exaltación entre los medios que el pretérito Grupo B, sobre esta disciplina se hubo una desembocadura que rumoreaba cifras del orden de los 800 cv. —Tú aumentas, pues yo más— y así sucesivamente.
Con sus datos, y su excéntrico aspecto, un amor/odio en toda regla que quizás ya se cocinó con el Delta S4 original, estas unidades fueron las más singulares del Campeonato Europeo de Rallycross.