Si hablamos de producto automotriz eslavo, posiblemente no podríamos extendernos en un coloquio todo lo que nos gustaría, o bien, desarrollar los pletóricos ríos de tinta de los que goza la producción automovilísta de otros estados. Por contrapuesto, si lo que queremos es enfatizar la antigüedad en cuanto a la producción de marcas, creo en la afirmación de que la República Checa cuenta con uno de los pilares automovilísticos más añejos vistos. En efecto, me estoy refiriendo al fabricante Tatra, el cual sigue atesorando a día de hoy, el título del constructor del vehículo eslavo más veloz jamás construido. No obstante, el extraordinario producto que tratamos aquí hoy nació en aras de batir el récord de velocidad nacional.
En 1996, al norte de Moravia se podría decir que en términos absolutos, el novicio Tatra 700 constituía el canto del cisne de los vehículos deportivos de lujo. Tomando los cimientos de esta elegante berlina, que entonces en el sur de Europa suponía una rara avis, la compañía checa emprendió un ambicioso proyecto, sin tan siquiera vaticinar mínimamente que tan solo dos años después, en 1999, por desgracia cesaría indefinidamente su producción de turismos.
Todo comenzó con el Tatra 613, un producto que proliferó singularmente desde el comienzo de su producción en 1974. En 1996, un imperativo relevo generacional tramitó la entrada en el mercado del susodicho Tatra T700, un enorme hatchback de cinco puertas que a nuestra vista, a pesar de ser poco conocido, tanto él como su matriz, suponía un producto de lujo fabricado a mano que además, procuraba un excelente rendimiento. La singularidad del de este modelo, el cual en realidad no era más que una actualización del 613, era que albergaba en su parte trasera un motor V8 3.5 refrigerado de 200 cv.
A pesar de ser un producto de lujo fabricado a mano, este se vio lastrado por las competencias alemanas, las cuales aún se veían por encima en cuanto a diseño y tecnología.
La llegada de la primera carrocería coupé —en versión prototipo— fue designada como Tatra T700 GT, un elegante deportivo que mantenía la dilatada distancia entre ejes de la berlina T700, algo que ciertamente, le otorgaba un aspecto raro cuanto menos. La compañía checa, que desde los años 30 contaba con cierta experiencia en la producción y el ensamblaje de motores V8 refrigerados por aire, modificó el bloque para el caso hasta llegar a los 4.5 litros y unos impresionantes 394 cv de potencia, mostrándole al mundo que el pueblo eslavo también era capaz de construir vehículos lujosos y potentes.
La llegada del nuevo coupé provocó cierto énfasis en la compañía, la cual, puso la vista en la competición pero sobre todo en la velocidad. A diferencia del proyecto inicial T700 GT, el cual había sido concebido por la plantilla de ingenieros de Tatra, la nueva reforma del programa sería llevada a cabo por el especialista Ecorra. Por aquel entonces Ecorra era una corporación reciente, si bien su fundación tan solo databa de 1993, y nacía para especializarse en el tratamiento de vehículos veteranos, soporte de ingeniería y la puesta a punto y modificación de vehículos patrios en general.
Cuando se hubo tramitado todo el esquema evolutivo, la principal finalidad de darle otra vuelta de tuerca al asunto no fue otra que la de batir el récord de velocidad checo. Tan solo pasaron tres meses desde que el equipo, junto al diseñador anexo Josef Hrazdir, presentaran un estilizado coupé que ahora reducía notablemente su distancia entre ejes, aunque manteniendo los demás esquemas pretéritos. Se le llamó Tatra Ecorra Sport V8.
La maquinaria mantuvo el bloque V8 refrigerado por aire alojado longitudinalmente en la parte trasera, pero con algunas modificaciones que concluían en unos finales 4.4 litros. Alimentado mediante inyección electrónica, la potencia se mantuvo en los 394 cv, y con la caja de cambios de 5 velocidades se estimó que el prototipo pudiera rodar a 300 Km/h.
Llegada la hora de la verdad, dirigido por el ex editor del programa de televisión de automóviles Auto-moto revue, PhDr. Vladimír Dolejš, el prototipo batió el récord de velocidad rodando a 276 Km/h. El resultado concluyó por debajo del pronóstico, pero fue suficiente para batir el récord. Ahora bien, como es un habito en ellos, la FIA no dio por válido el récord, escudándose en una serie de extrañas reglas, hasta entonces no demasiado nítidas. Con una sensación agridulce, el prototipo vetado por la FIA terminó sus días en el Museo Técnico Tatra en Kopřivnice, hasta que los hermanos Stanislav, Zdeněk y Jaromír Hajdušková decidieron darle una segunda oportunidad, esta vez para ponerlo a disposición de los circuitos y competir con la mejor de las élites.