Veinte años nos separan del sobresaliente estreno de la saga Fast and the Furious. Y que maravillosas tres entregas nos ofreció el equipo formado por Gary Scott Thompson como guionista, Rob Cohen como director del largometraje primigenio y Craig Liberman como director técnico de la saga hasta la turbulenta transición de 2006. Es por eso que la refiero como trilogía, si bien personalmente considero que la idea de concepción original murió con la entrega de Tokio Drift. A partir de 2006 la dirección de la saga calló en manos de un nuevo equipo, y así los guiones comenzaron a tomar un rumbo un tanto peculiar, del cual prefiero reservar mi opinión personal.
Siempre me he posicionado del lado de la primera entrega. Las calles de Los Angeles eran el escenario ideal para ser decoradas con numerosos fetiches motorizados de los años 90, la prolongación global del JDM, carreras callejeras, el piscodélico tuning de la época.. En aquel entonces supuso toda una revolución, muy necesaria para uno de los argumentos cinematográficos un tanto olvidados en el séptimo arte de aquel entonces: Las películas de coches. Era una época en la que se empezaban a echar en falta los escandalosos largometrajes cuyos protagonistas fuesen maquinas motorizadas, las carreras, las persecuciones policiacas, decenas de coches estrellados, saltos desmedidos y un buen puñado de explosiones. Atrás habían quedado los tiempos de Bullit, Mad-Max, Punto Limite Cero o Days of Thunder.
Cinco de las siete unidades que se adquirieron para el rodaje contaban con un cambio automático.
Dicho esto, hoy no voy hablar sobre el eminente Mitsubishi Eclipse de la leyenda Paul Walker. Tampoco lo haré sobre el colosal Dodge Charger que Vin Diesel se empeña en destruir una y otra vez para a posteriori volver a montarlo. Son los famosos Honda Civic negros que protagonizan el comienzo de la película, que fueron y siguen siendo de igual manera, objetos de culto para los fanáticos de la saga y del automovilismo. En total, la productora se hizo hasta con siete unidades EJ1, que databan de entre 1993 y 1995. Para la película todos ellos fueron pintados en su color negro original, denominado en la gama de Honda de la época como Granada Black Metallic Clearcoat (NH-503P), y tan solo dos de las unidades contaban con un cambio manual. La lista incluía cuatro unidades de 1993, dos unidades de 1994 y un único coche de 1995.
Las escenas donde Toretto y sus secuaces se hacen con los camiones repletos de material electrónico, son algunas de las más épicas de la película. En ellas, el techo solar del coche es un elemento fundamental para el modus operandi de la banda. Originalmente un solo Civic contaba con techo solar de fábrica, aunque posteriormente se practicó un segundo de forma artesanal en otra unidad. El resto de los techos solares eran falsos, sobrepuestos sobre la propia chapa del coche debido a que a pesar de su éxito posterior, el largometraje contó con un presupuesto bastante reducido. A continuación descubrirás hasta qué punto.
Al menos uno de los siete Civic fue destruido durante una de las escenas de la película. Posteriormente el chasis fue salvado, repintado y usado como relleno para la segunda entrega.
Según afirma Craig Liberman, director técnico de la película, completar algunos de estos coches supuso unas cifras mínimas que partían de los 850 dólares. No fue así en todos los casos. A pesar de ello el director afirma que pagaron demasiado por las unidades, teniendo en cuenta la horquilla de precios en la que se mueve actualmente el modelo. Todos los coches fueron dotados de un kit de carrocería VIS Bomber GT, a excepción del alerón trasero que lo firmaba VeilSide, un modelo de doble altura llamado Kombat. Las llantas no fueron una elección premeditada. Buscando ajustar el presupuesto al máximo, Liberman contactó con un proveedor que afirmaba tener un contenedor lleno de llantas Axis Neo 7 en color dorado. Por algún motivo nadie parecía decantarse por ese modelo de llantas, en vista de lo cual, el set completo para calzar a todos los Civic se pagó a precio de derribo. Craig Liberman pone la guinda del pastel esclareciendo que los silenciadores de escape de los coches fueron comprados en eBay a un precio de 50 dólares cada uno. Increíble pero cierto. Por ende, el característico sonido metálico que emitían los Civic en la película fue oportunamente sobrepuesto durante la edición de la propia cinta.
Parece que ninguno de aquellos Honda Civic tenía un papel lo suficientemente capital como para que se les otorgara una decorosa inversión. En cualquier caso, supongo que la mayoría de nosotros soñamos en su día con tener uno igual. Las unidades montaban motores D16Z6; un VTEC de 1.6 litros y un solo árbol, destinado a las versiones EX del mercado norteamericano. Después de la película los coches fueron modificados y repintados para darle un segundo uso en la gran pantalla, durante las ingentes escenas de relleno que se dieron en la segunda entrega de la saga: 2 Fast 2 Furious.
Fuente: Craig Liberman.