Las 24 Horas de Le Mans es el evento de carreras por excelencia, el elemento más pasional que puede manifestarse para un devoto de las carreras, y para quienes no han tenido la suerte de disfrutarlo en vivo, un sueño a cumplir. Pero al igual que todos los deportes de riesgo, Le Mans también nos ha dejado escenas atroces. Ninguna edición está exenta de peligro, y los pilotos, antes en mayor medida que en al actualidad, no dudaban en arriesgar su vida por su profesión, que mejor definida estaría mediante el término pasión.
1999. Esta edición de Le Mans fue cuanto menos peculiar. AMG-Mercedes venía de obtener un excelente éxito con los portentosos Sauber del Grupo C y además, se habían proclamado vencedores del Campeonato FIA GT durante dos años consecutivos con los brutales CLK GTR. Estos bólidos, construidos bajo el nuevo reglamento GT e inspirados vagamente en los coupés de producción W208, fueron resueltos relativamente bien por parte de AMG-Mercedes. Además, la división deportiva alemana logró completarlos en un tiempo récord, aunque curiosamente se vieran obligados a recurrir a un McLaren F1 GTR como mula de pruebas.
El resultado final del Mercedes CLR era un símil del CLK GTR, mucho más plano y afilado.
En aquel entonces, la ACO (Automobile Club d l’Quest), quien organizaba el evento de Le Mans, creó la categoría LMGTP. El reglamento permitía fusionar a los vehículos inspirados en modelos de producción con los prototipos de carreras. Fue entonces cuando Mercedes decidió volcarse de lleno para retomar la conquista de la Sarthe construyendo un prototipo denominado CLR. Se trataba de un proyecto desarrollado en torno a las novedosas especificaciones LMGTP y centrado en exclusiva en el entorno de Le Mans, teniendo en cuenta sus prolongadas rectas y tomando como referencia los parámetros técnicos revelados durante las ejecuciones del trazado francés.
Una vez completado el proyecto, el equipo pudo percatarse de la desastrosa configuración de su última obra incluso antes de la carrera oficial. Sería un joven Mark Webber, cuando ni siquiera había debutado en la Fórmula 1, quien estaba sentado en la cabina del CLR durante la sesión de clasificación. Ciertamente el australiano había completado una buena temporada 1998 en el Campeonato FIA GT, pero el Mercedes CLR resultó ser un coche mucho más infame que su predecesor.
Cuando circulaba por Mulsanne, durante un cambio de rasante próximo a Indianápolis, la zona frontal del vehículo se eleva sobre el asfalto hasta que el conjunto se voltea varios metros en el aire para terminar impactando violentamente contra el suelo. El accidente no pudo ser recogido en vídeo, pero se tomó una exposición fotográfica que evidenció paso a paso una escena surrealista. Cuando se informó de lo sucedido en el pit lane, sin imágenes o algún comisario presencial que lo atestiguara, el equipo no dio crédito a lo que escuchaba.
Cuando el coche se desprendió del asfalto comencé a ver el cielo, después el suelo, el cielo de nuevo y otra vez el suelo. Fue un momento terrible, aseguraba Mark Webber.
Aunque parezca insólito, tras el accidente Mercedes pareció no darle la suficiente importancia a lo sucedido. Webber había tenido mucha suerte de salir ileso de aquel accidente, y en favor del Mercedes CLR, es de reconocer que en términos de seguridad pasiva, el coche obtuvo un merecido aprobado. Eso no justificaba su tremenda inestabilidad. Era un coche potencialmente peligroso. Quizás uno de los peores de las últimas décadas.
El equipo había clasificado en décimo lugar y en un acto de tremenda insensatez, Mercedes volvía a poner en marcha sus tres CLR. El resultado no se hizo esperar; por segunda vez, Mark Webber volvía a salir por los aires durante la sesión de calentamiento cuando atravesaba la recta de Mulsanne. En esta ocasión, el piloto australiano salió despedido hacia la zona arbolada y a posteriori, aterrizó sobre la pista. Y es que a la hora de hablar de las intervenciones del CLR, ya parece un hábito la constante mención de los términos despegue y aterrizaje.
Mark Webber contó con doble ración de suerte al salir ileso del segundo accidente. Es entonces cuando el equipo decide contactar directamente con el ingeniero de Fórmula 1 Adrian Newey, un maestro en el campo de la aerodinámica. Newey, que en aquel momento se encontraba en el Gran Premio de Canadá con el equipo McLaren-Mercedes, aconsejó al equipo que retirara inmediatamente todos los CLR de la pista. Quién sabe si en un alarde de ambición o simplemente cegados por una falta de ética y de responsabilidad sin precedente, Mercedes hizo oídos sordos de las instrucciones del ingeniero y decidió seguir corriendo con los dos chasis restantes.
Después de lo sucedido se mascaba la tragedia, y sería en la vuelta 75 cuando la desastrosa configuración del coche volvería a poner en peligro la vida, esta vez, del piloto Peter Dumbreck. En aquella ocasión el accidente sí pudo ser recogido por las cámaras de televisión. Mientras corría a rebufo del Toyota GT-One, la física volvía a actuar de igual manera que en los dos casos previos de los accidentes de Mark Webber. La enorme carga aerodinámica aplicada en la zona posterior, el error de utilizar una reducida distancia entre ejes y unos voladizos excesivamente grandes, provocaron que una vez más el frontal del coche despegara del asfalto. En esta ocasión, el vehículo llegó a dar hasta tres vueltas en el aire hasta que aterrizó en una de las zonas arboladas fuera de la pista. Peter Dumbreck tuvo que ser trasladado al hospital sin sufrir lesiones graves, pero en AMG-Mercedes se vieron obligados a relegar indefinidamente al infame CLR, y por supuesto, a dar algunas explicaciones al respecto de lo sucedido.
Estos acontecimientos, provocaron que la firma alemana se viese envuelta en un sin fin de críticas que extinguían todo el brillo logrado años atrás mediante la oscuridad de aquel Le Mans 1999. No obstante, el CLK GTR, un coche que como hemos señalado, funcionó de forma excelente, sufrió daños colaterales al ser asociado directamente con el CLR; bien porque la gente relacionaba sendos desarrollos al ser contiguos, o por bien por su papable parecido. En cualquier caso, la propia Mercedes-Benz, hoy en día desautoriza y evita cualquier mención del insurrecto CLR.
imágenes vía: Desconocido.
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