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Rover 827 Vitesse. Los tiempos de berlinas ejecutivas.

written by Héctor Jáñez 19 enero, 2017
Rover 827 Vitesse. Los tiempos de berlinas ejecutivas.

Por Héctor Shavershian. 

Durante toda su carrera en la producción de vehículos, el grupo MG Rover presumió de un carácter envidiable a través de sus habituales formas de expresión repletas de elegancia. Sin entrar a juzgar el declive que constituyó la inapelable desaparición de la compañía hace más de una década, hay que reconocer que sus productos hicieron historia, dejándonos así un legado magistral con su aportación a la industria británica. La que un día fue, la segunda potencia automovilística mundial.

Hoy en día, para una gran mayoría, las joyas producidas por British Leyland han quedado relegadas al olvido, incluso llegando a ser algo desconocido para los aficionados más novicios. De vez en cuando hay que echar la vista atrás, recordar, añorar y por dupuesto dar gracias por la tecnología actual, pero también por sus precursores. Porque hubo un tiempo en que todo el mundo ambicionaba un Rover. Y que digo.. Quien los conoció en su época, aún sigue haciéndolo ¿verdad?

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Durante una época en la que los motores V6 no eran un habitual en Europa, en contadas ocasiones podíamos encontrarnos con berlinas impulsadas por este inusual. El caso del Rover 827 Vitesse quizás fuese aún más singular, porque si los motores V6 escaseaban, los que se disponían a 90 grados eran aún más insólitos.

Carácter inglés y alma oriental.

Como un portento de su época, el Rover 827 Vitesse le debe su talento a una experimentada Honda, la cual se encargó de suministrar a la berlina inglesa gran parte de su tecnología. En su carta de presentación también disponía de un motor V8 de 3,5 litros con culatas de aluminio, que originalmente fue diseñado por General Motors y posteriormente rediseñado y producido por Rover para el Reino Unido. Concebido inicialmente para impulsar a los enormes Buick de los años 60, este motor supuso un éxito rotundo para la compañía americana, llegando a propulsar a más de 370.000 vehículos en un periodo de tan solo tres años. Entre ellos, se encontraban unidades de Oldsmobile o algunos modelos de Pontiac.

Por otro lado, gracias a la fabricación de su bloque V6 (C25A) en aluminio, y a su disposición en el vano motor, constituía que el Vitesse tan solo tuviera un 60% de su peso total en la parte delantera, lo que le dotaba de un equilibrio perfecto para ofrecer unas características neutras a pesar de ser un vehículo de tracción delantera.

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Disponiendo de un cambio más bien cerrado, el 2,5 litros V6 de origen Honda, disponía de unos desarrollos más largos para las velocidades más cortas, aprovechando así la respiración de sus 4 válvulas por cilindro para destacar (al contrario que otros V6 de la época) durante regímenes más altos. A pesar de su excelente rendimiento, a mediados de los años noventa los Rover comenzaron a incorporar otro V6 (KV6) diferente, aunque manteniendo la misma cilindrada. Cabe decir que con un Cx de tan solo 0,30, el motor Honda del Vitesse se mostraba incluso más elástico de lo que declaraba su fabricante. Los desarrollos, perfectamente seleccionados, permitían exprimir todo el rendimiento del corazón nipón, incluso con la quinta velocidad engranada.

Estábamos en una época donde a los vehículos como este Rover se les tildaba de berlinas ejecutivas. Y no es para menos. Sus interiores dotados con madera de nogal, su cuero de calidad y su porte aburguesado pero con un carácter muy dinámico, les posicionaba en un nivel superior al generalista. Si a eso le sumamos unas robustas y eficientes mecánicas, solo nos queda decir aquello de un Rover es un Rover.

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