Por Héctor Shavershian.
Como su propio nombre nos sugiere, es un coche dotado de una exquisitez tangible. Equiparable al vino más caro de la carta del Le Gavroche. Es un Bentley. El elegante carácter anglosajón siempre produce piezas de un nivel privilegiado, y esta elegante berlina de finales de los 90 hace que cualquiera pierda la cabeza.
Ya lo decía Tony Gott, ex director de ingeniería y posterior director ejecutivo de Rolls-Royce Motor. El Bentley Arnage Red Label es el producto británico que se ansiaba desde hace mucho tiempo. Inicialmente diseñado para alojar un propulsor bávaro de origen BMW, evolucionó, o más bien retorno a sus orígenes mecánicos, con motivo de cierto reclamo que promovieron sus exigentes clientes potenciales. Así llegaba el Red Label, como un auténtico “gran reserva”.
Cuando este vehículo llegó al mercado, la alianza entre Bentley y Rolls-Royce aún luchaba por sobrevivir. Por entonces, esta sofisticada berlina equipaba un motor V8 Twin Turbo distribuido por BMW. La cosa se tornaría diferente cuando en 1999 el presidente del Grupo Volkswagen, Ferdinand Piëch, decidiera adquirir todos los derechos administrativos e instalaciones de producción de la marca, tras una inversión multimillonaria. Dicen las malas lenguas que para los clientes de la marca el propulsor V8 teutón parecía quedarse escaso. Y dicho sea, que el cliente potencial de un Bentley está acostumbrado al lujo, pero también a disponer de un gran ejército de caballos bajo su pie derecho.
A partir de 2001 el Arnage se comercializaría con dos versiones. La Green Label mantendría el propulsor BMW mientras que la más prolifera, la Red Label volvería a equipar su mecánica de origen. El V8 inglés de 6,7 litros.
Volkswagen decidió respetar la herencia que dejó tras de sí el modelo, y a partir de 2001 todos los Arnage que salían de su planta de producción, lo harían con el antiguo V8 inglés de 6,7 litros. Se mantenía la arquitectura principal y cilindrada inglesa, mientras que su tecnología sufría una actualización a través de la ingeniería alemana de Volkswagen.
La puesta a punto de Volkswagen fue más haya de retomar y perfeccionar los valores británicos iniciales. El Arnage era una auténtica lapa. De hecho, su rigidez torsional había incrementado en un 20% y el bastidor se había llevado buena parte del mimo de Volkswagen. Aunque los Bentley siempre han gozado de ciertas connotaciones deportivas, la utilización de un esquema adaptativo con dobles brazos triangulares y control de nivel entre ambos ejes, no solo le otorgan una comodidad de salón rodante, si no que es capaz de emocionar a los más osados. Bajo todo tipo de exigencias, su nivel de confort prevalece inalterado a pesar de tratarse de un tanque de más de dos toneladas y media. Aún así, la dinámica no es su punto fuerte.
A partir de 2002 el Arnage Red Label sería sustituido por el Arnage R. Este mejoraba en seguridad, tenía una suspensión modificada y su turbo fue recalibrado.
En definitiva, con un peso que se sale de lo habitual, el compromiso que mantiene esta berlina entre aplomo y confort le lleva a circular sin ningún tipo de balanceos ni carencias potenciales. Esto se consigue gracias en parte a su potente bloque de 405 cv, que a pesar de entregar todo su poderío a tan solo 4.000 vueltas, es capaz de hacerlo con progresión y contundencia. La sobrealimentación entra en acción de manera suave y sin demasiados lapsus, y en general permite holgadamente que un conjunto con este tonelaje se mueva con soltura. Eso sí, es glotón. Muy glotón. Las penalizaciones afloran con unos consumos que reflejan cifras desorbitadas, a pesar de que los del Wolfsburgo adaptaron el veterano propulsor a las nuevas normas anticontaminación de la época.
Nadie es perfecto. Y aunque parezca increíble este Bentley tampoco puede esconder sus defectos. Espero que estéis sentados mientras leéis este artículo, porque con un precio de cuarenta millones de las antiguas pesetas se le puede quitar el hipo a cualquiera. A finales de los 90 esta cifra era incluso más significativa que hoy en día. Hoy en día serían unos 240.000 euros al cambio. Además no olvidemos que con una tasación de este calibre, este no era un modelo libre de las idiosincrasias de la construcción artesanal. Sería interesante preguntarle a la gente de Bentley por qué a pesar de hacer tanta apología de la seguridad, este salón rodante salía de fábrica sin tan siquiera airbags laterales. Me reafirmo; nadie es perfecto.
Compartía salpicadero con el Rolls-Royce Silver Seraph pero se distinguía por algunas gradaciones deportivas que se integraban en el mismo.
¿Su habitáculo? Intachable. Amplitud, comodidad, opulencia y toneladas de cuero Conolly y madera de nogal. Como es un habitual en este tipo de coches, sus asientos deportivos disponen de interminables reglajes eléctricos amoldables a todas las preferencias de su conductor. Es un coche de autopista. La moqueta Wilton o las preciosas maderas lideradas por el nogal eran parte de la equipación de serie en el Bentley, el lujo de abordo un imperativo.
Esta es otra berlina cargada de opulencia y con un motor que supera los 400 cv. Sin duda uno de los coches más increíbles que se produjeron a finales del siglo pasado.