Es todo un emblema de las carreteras. En los Estados Unidos de América este coche ha sido fielmente galardonado, supone una institución, y es quizás, parte de los últimos vestigios de las berlinas full-size producidas por General Motors. Pertenece a la extinta raza de los enormes chasis de largueros y travesaños que daban lugar a tallas que superaban con mucho los cinco metros de largo. En sus entrañas, aquellos robustos V8 con potenciales más bien sanos, siempre fueron tramitados mediante cajas de cambio automáticas. Una receta puramente yankee. Eran tiempos en los que gracias a sus dos inusuales butacas de tres plazas, estos cetáceos de la carretera permitían transportar con una incuestionable garantía de confort a seis pasajeros de forma dilatada.
Sin presumir de una rapidez desorbitada, los 260 cv destinados al arrastre de las 2 toneladas de acero americano, no lo convertían precisamente en un antagonista de las berlinas europeas de alto rendimiento como podían ser los BMW M5 y compañía. Aunque las cotas de los teutones estuviesen ligeramente más ajustadas, estos eran más concisos, más livianos y por supuesto más potentes. Este hecho no suponía para el Impala SS ningún desprestigio o preocupación. Aquel coche ocupaba un puesto vitalicio entre la gente de corazón puro e ideas claras. Quien de verdad quería un Impala, aceptaba fiel y sumisamente sus pros y sus contras, dejando al resto en un segundo plano.
El Impala se convirtió en el primer sedan que presumió de las deseadas siglas SS.
A principios de los 90 la importación del mercado japonés comenzaba a invadir los Estados Unidos, y no sólo eso. Los coches orientales magnetizaban al cliente mediante una mayor funcionalidad y fiabilidad. Comenzaba el final de los enormes coupés de 5 metros con motores titánicos, y los 80 no habían sido precisamente el summun de su histórica pronunciación automovilística. Si bien aún quedaba algún tenaz guerrillero trabajando por su patria, como el Corvette, las nociones de coche agresivo, deportivo y asequible, se habían ido disipando con el paso de los últimos años.
Casi una década transcurrió desde que el último Chevrolet Impala había salido de la planta de Detroit en 1985, cuando la marca decidió resucitar a una de sus figuras más insignes. Nacía en 1994 el Impala SS. No por ello menos apasionante, la resurrección del modelo fue algo más bien efímera, ya que este debutó en 1994 y solamente se mantuvo en producción hasta 1996.
El lanzamiento de este enorme tanque de las carreteras formaba parte de un efervescente plan para catapultar unas ventas que el Caprice no había podido sostener. Al ser un modelo derivado del mismo cuerpo de policía, el Impala SS ofrecía algunas características únicas que, hasta entonces, sólo habían sido destinadas a vehículos pertenecientes a distintas instituciones gubernamentales. Era un modelo único, sólo estaba disponible en color negro y venía dotado con un motor LT1 de 8 cilindros en V, derivado del mismísimo Corvette C4. Aquel 5,7 litros desarrollaba 260 cv a 5.000 vueltas y disponía de un par máximo de 447 Nm.
El paquete 9C1 contaba con muchos ingredientes de las unidades policiales y estuvo disponible tanto en los Impala, como en los Nova, Malibu, Caprice, Celebrity, llegando incluso a extenderse a los Holden Commodore australianos.
Conectado a una transmisión 4L-60E de cuatro relaciones, el LT1 fue modificado para poder adaptar su potencial a este sedan de 2 toneladas. Una puesta a punto en su suspensión, con amortiguadores de gas, entraba en consonancia con unas estabilizadoras, también de nueva factura, resucitando por fin el ansiado concepto deportivo que prácticamente había quedado extinto en aquella categoría Norteamericana. Las destacadas llantas ROH eran exclusivas del modelo, y remataban el belicoso aspecto del que hacía gala un sedan, que bien podría confundirse con uno de los vehículos habituales de algún capo de la mafia.
En cuanto a interiores, abandonaba la clásica butaca con fila de tres, para incorporar unos nuevos asientos más ergonómicos, pero aunque estos estuviesen forrados en un cuero de calidad, no era suficiente para alejarse del espartano estilo de interiores americano. Con todo ello, es un señor coche, que en la actualidad ya ha comenzado a acaparar cierta atención entre los amantes del clásico. ¿Es este el último sedan americano y deportivo, con más de 5 metros?