Por Héctor Shavershian.
Llegados a cierto punto de nuestro anterior artículo sobre el Aston Martin V8 de 1973, aparecía por casualidad el nombre de Jensen. Esta compañía británica fundada por los hermanos Alan y Richard Jensen en los años 30, se dedico a producir vehículos comerciales y coches gran turismo durante más de cuatro décadas. Con su sede asentada en West Bromwich, al noroeste de Birmingham, a mediados de los 60 los Jensen Interceptor comenzaron a fabricarse a mano en la planta de Kelvin Way Factory. La historia de este despiadado gran turismo comenzó con el uso de grandes y potentes mecánicas de origen Chrysler, las cuales fueron evolucionando hasta una culminación capaz de prender a los muscle car más ilustres de aquella época.
La compañía británica Jensen estaba dispuesta a producir un GT de altos vuelos que transcribiese los sueños europeos de conducir los muscle cars que protagonizaban las películas de Holliwood. Tomando como inspiración los controvertidos conceptos que llegaban desde otro lado del charco; los enormes motores de 8 cilindros, sus glotones carburadores y una practicidad más que cuestionable, la compañía británica Jensen estaba preparada para producir un GT sin complejos ni ataduras. Y que mejor forma de hacerlo que resucitando el apellido de su exitoso coupé de los años 50.
Dicen las malas lenguas que por las calles del Reino Unido se le conocía como el Aston Mustang Martin.
Este deportivo, apellidado como los famosos aviones de caza de la Segunda Guerra Mundial, había sido con más, el coche más exitoso que había gestado la factoría. El lenguaje de su carrocería venía claramente inspirado por otro antiguo GT de origen brasileño. Producido entre 1964 y 1966, el Uirapuru Brasinca, del que solamente se produjeron 77 unidades debido a su elevado coste de producción, parecía ceder su material genético a los británicos.
Al veterano Interceptor parecían unirle más lazos con el continente americano que con su soberano país. El GT no solo había tomado una clara inspiración sudamericana, si no que también se propulsaba mediante la pura y dura potencia americana. Gracias a una excelente relación comercial con diferentes fabricantes americanos, los de Jensen decidieron optar por un robusto propulsor V8 de 6,2 litros fabricado en hierro fundido por Chrysler. Denominados como series B y RB, fueron una familia de motores que se encargaron de relevar a los veteranos Hemi de primera generación.
Quizás fruto de una prematura ambición, Richard Jensen equipó al Interceptor con una tracción 4WD en lo que sería una versión denominada FF (Fórmula Ferguson)
Sin que sirva de precedente, se decía que Jaguar y Aston Martin en cierto modo, codiciaban las prestaciones y la tecnología que conformaba a su compatriota mestizo. Y no es para menos. La potencia del motor TNT se transmitía a través de una fina caja automática de 3 relaciones, ligaba a un diferencial de desplazamiento limitado en el tren posterior.
Paralelamente, el motor del que presumía el Interceptor se había labrado un nombre para cada uno de los vanos donde se hospedaba. La gente de Dodge lo bautizó como “Magnun” y en Plymouth hicieron lo propio, llamándolo “Golden Commando”. En cambio en Chrysler abogaron por la simplicidad y simplemente lo coronaron como “TNT”. La potencia declarada por estos motores V8 383 era de 270 cv, aunque a partir de 1971 Chrysler redujo su potencia a 250 cv.
Los chicos de Jensen no llevaron demasiado bien que Chrysler se conformara con una potencia tan “reducida” para los 383. ¿La solución? Pasarse al bloque RB 440 de 7,2 litros. El enorme propulsor y sus culatas estaban fabricados en hierro fundido, incorporaba un solo carburador de 4 cuerpos y arrojaba una potencia de 305 cv. No contentos, la mecánica se transformaba mediante el acoplamiento de un carburador extra. La gente de Dodge lo bautizó como “440 Six Pack”. El resultado fueron 325 cv de puro músculo de Detroit. ¿Su par? 520 Nm a solo 2.800 rpm. No está nada mal para un GT de 1700 Kg.d
La versión más prolifera del Interceptor equipaba el motor RB 440 y solo se distribuyó durante 1971, convirtiéndose en el Jesen más potente y cotizado de la historia.
Era potente y musculoso. Aquel kilométrico capó que se recogía en las cuatro ópticas redondas encastradas sobre su parrilla delantera, entraba por los ojos. Rápido y voraz, de naturaleza propia. La enorme luneta trasera era su rasgo más preeminente y además le facilitaba un acceso y espacio de carga nada habitual en los gran turismo. Siendo sincero, fue un gran acierto arriesgar fusionando esos nervios rectilíneos con los matices circulares de su zaga.
En realidad es un coche más grande de lo que parece. Sus cotas hablan por sí solas y su vasto interior se plagaba de materiales de calidad. Poseía la instrumentación propia de un GT. Toda la información necesaria y más, estaba al alcance del conductor, que podía presumir de un deportivo mestizo que no tenía nada que envidiar a la élite de aquel entonces. A partir del 68 todas las unidades salían de fábrica con dirección asistida, y entre otros extras de la época estaban los elevalunas eléctricos, asientos graduables o las inserciones en madera y aluminio. Las últimas unidades con motor 440 equipaban aire acondicionado de serie.
La versión Formula Ferguson aumentaba de peso por el aditamento mecánico del sistema 4WD. Esto no fue un problema para el 440 de Chrysler. Seguía logrando un 0 a 100 Km/h en 8 segundos. Fue el primer deportivo de calle con tracción integral.
La versión FF de la que hablábamos antes, fue uno de los ensayos tecnológicos más fértiles para la compañía. En un arrebato de obstinación, Richar Jensen decidió equipar al Interceptor con un caro sistema de tracción a las cuatro ruedas. La cosa no quedó ahí. Se le sumaba un equipo de frenos con ABS de accionamiento mecánico y control de tracción, pero curiosamente su exterior no reflejaba más cambios que una branquia lateral adicional. Técnicamente se redujo la distancia entre ejes para poder alojar el diferencial que posibilitaba el reparto de potencia a las cuatro ruedas, y no cabe decir que el conjunto gano unos kilos de más. Detalle que por otro lado no supuso problema alguno para su V8. Nacía el primer deportivo de producción equipado con un sistema de tracción integral. Para ver algo parecido debemos remontarnos a 1980, año en que nacía el legendario Audi Quattro.
El ajuste económico que sufrieron las últimas décadas del siglo XX, terminó con la producción del Interceptor. Por desgracia, no fue el único en perecer.. No conforme, Jensen Motors vería su final en 1976, justificado por ciertos prestamos y unas caídas de ventas, quizás motivadas por limitarse a un producto meramente elitista. Hoy, aún mantenemos viva su historia como agradecimiento.