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Jan de Rooy: De transportista a campeón.

written by Héctor Jáñez 5 febrero, 2018
Jan de Rooy: De transportista a campeón.

 

La competición más dura del mundo. Así lleva etiquetado el Dakar desde su brote allá por 1977. Nacía una disciplina cuya síntesis había sido completamente casual a la vez que mágica, y que se había proyectado gracias a un error de cálculo por parte de Thierry Sabine, un piloto off-road amante de los deportes del motor que se perdió en las enigmáticas arenas del desierto líbico mientras hacía lo que amaba. Competir. Por entonces ya se celebraba el Rallye de Niza-Abidjan, cuando el piloto francés perdió el rumbo y terminó desorientado en un escenario de infinitos horizontes. Por suerte fue una historia con final feliz. Sabine fue rescatado por un nómada y posteriormente trasladado a un lugar seguro por la organización, aunque muy lejos de cargar con el yugo de una situación cuanto menos estresante el francés quedó prendado por una fascinación sin igual emanada del idílico paisaje del sur de Libia. Fue aquel percance, aquel error, quien plantó la semilla de lo que ya hace cuatro décadas disfrutamos como el Dakar: la competición más dura del mundo recién conquistada por nuestro ídolo local Carlos Sainz.

 

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En los albores de las complejidades del Dakar los camiones comenzaron a tomar un protagonismo especial, hecho del que gran parte de culpa la tiene el transportista holandés Jan de Rooy. Este personaje fuertemente definido por su tenacidad, se hizo famoso por engendrar un camión bicéfalo —también conocido como Tweekoppige Monster— que revolucionó la prueba de 1984. En primer lugar por una monstruosa receta ordenada por el uso de dos cabezas, y en segundo por una tecnología que por entonces aún estaba en pañales: la de los grupo propulsores bimotor.

 


Jan de Rooy era el adinerado dueño de una de las empresas de transportes más célebres de Holanda. La gran predilección por el protagonista de su profesión, el camión, le llevó a inscribirse en el Dakar.


 

Era una época en la que para el transportista la marca DAF era un sinónimo de su mano derecha, y este se encontraba lo suficientemente motivado como para enfrentar a uno de aquellos camiones de 200 cv al aún anónimo desierto. Se trataba del DAF 1800 4×4 Mighty Mac, y como en casi todo principio la cosa no resultó demasiado satisfactoria si no más bien experimental, teniendo en cuenta que el fascinante camión y su tenaz piloto no conseguían terminar la prueba. Con todo, de Rooy no regreso de su experiencia con las manos vacías. A pesar de su dureza, el desierto parecía contener una misteriosa capacidad de sugestión sobre todo aquel que lo surcaba, y eso fue algo que condicionó al holandés para empezar a desvivirse por la competición.

 

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A pesar de estrenarse sin resultados, la principal visión de Jan de Rooy eran las posibilidades de los camiones frente a los coches sobre las especificaciones del Dakar, así, para la temporada de 1982, de Rooy tomaba un DAF NTT 2800 de tres ejes para volver a afrontar su deseado objetivo. Conocido como De Neus, aquel camión contaba con 300 cv de potencia dirigidos a sus dos ejes posteriores, permitiendo dar un pasito más hacia la conquista del desierto, si bien consiguió terminar la prueba en el puesto 67, ciertamente distanciado de la posición número 38 ocupada por el primer camión de la competición, el Mercedes Rally Unimog 4WD de Georges Groine.

DAF tras DAF, se había convertido en la máxima de Jan de Rooy. Y dicho sea de paso que, sus camiones, sonde los más espectaculares y atractivos que jamás han filtrado mis retinas. Y tras desfogarme con este ataque de subjetividad, retomamos la leyenda holandesa en el año 1983, cuando de Rooy recupera la práctica por los carruajes de dos ejes con un DAF FA 3300 4×4, más conocido como De Koffer —la maleta— en honor a la peculiar decoración que lucía su caja trasera. Y es que el ritual de bautizo al que se sometían sus camiones empezaba a ser una práctica imperiosa para el holandés. El camión mantenía el potencial en los 300 cv pero esta vez se aderezaba con una tracción integral para intentar conseguir mejores resultados sobre las dunas desérticas. La victoria no llegó, pero se escalaron un buen número de puestos hasta llegar a la posición 34 de la clasificación general. Era innegable la escala evolutiva que de Rooy y sus camiones mostraban año tras año.

 


Aunque Jan de Rooy escalaba puestos, el año 83 volvió a ser para Georges Groine y su Mercedes, esta vez ocupando una destacada 19º posición.


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La aparición del Monstruo.

La experiencia que de Rooy había ido ganando con sus derrotas, o mejor dicho, con sus no victorias, le llevaron a un cúmulo de ideas que terminarían por manifestarse sobre las arenas. El camión bicéfalo o Tweekoppige Monster que ves sobre estas líneas es un claro ejemplo de las inquietudes profesionales de Jan de Rooy.

Hasta entonces el Dakar había sido un escenario sin ningún tipo de limitaciones potenciales o de velocidad y para más inri, la categoría de camiones permitía la inscripción de prototipos. De forma paralela el Grupo B estaba en pleno apogeo, y aunque algunas quejas comenzaron a invadir las oficinas de la FIA por la constante de accidentes en la competición, el “todo vale” seguía vigente.

 


El año del bicéfalo Jan de Rooy no ganó el Dakar. Ni tan siquiera consiguió terminar la carrera. Pero sin duda fue el ganador en protagonismo, en atraer miradas y en el cúmulo de diferentes comentarios.


 

Cuando en 1984 el Team de Rooy Transport aparecía literalmente con un monstruo de dos cabezas, el éxito de la competición pareció verse asegurado. Al igual que dos cabinas, aquella bestia sobre ruedas también iba armada con dos motores, uno para cada una de las cabezas que conformaban sus dos chasis unificados. El prototipo o criatura utilizaba los genes de un DAF F 3300, esta vez con mecánicas que habían sido convenientemente manipuladas para conseguir una cifra total de 800 cv. La idea era que si uno de los motores fallaba, el conjunto pudiera seguir siendo impulsado por la segunda unidad.

 

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Fue espectacular pero menos exitoso que las anteriores armas de Jan de Rooy. El Monstruo Bicéfalo no pudo terminar la competición por complicaciones con sus rodamientos, y así, el controvertido experimento holandés sería algo más que anecdótico en los anales del Dakar.

Durante los años venideros, Jan de Rooy continuó experimentando para luchar por el título del desierto. La tecnología bimotor siguió presente en su siguiente DAF, un F 3300 conocido por “El Toro” (The Bull). Era un camión de 420 cv cuyos motores eran de propulsión contrapuesta con respecto a los ejes donde se ubicaban y que además, gozaba del propio Tweekoppige Monster como compañero de asistencia. Una obra así no podía desperdiciarse.

 


6 cilindros en línea y 11.600 cc. Así fue la fórmula definitiva del holandés para rivalizar con los vehículos más potentes de la competición a velocidades de 200 Km/h.


 

Los siguientes pasos ya fueron más distinguidos en la historia con la aparición de los Twin Turbo de 1000 cv, chasis tubulares y transmisiones dobles de 8 relaciones, que permitieron que por fin el holandés se coronara como campeón en la categoría de camiones en 1987. La histórica batalla entre el X1 y el Peugeot 405 T16 de Ari Vatanen solo un año después, suponía la guinda del pastel en una historia que podría ser etiquetada de terror con tanto monstruo como protagonista.

 

 

 

 

 

Fuente: el4x4 , motormania

 

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