A mediados de los años 80 un joven Peugeot 205 en toda su plenitud, tanto comercial, como sobretodo en competición, (donde arrasaba en cada torneo en el que se le inscribía) proporcionó al grupo PSA la seguridad suficiente como para seguir proyectando nuevas intenciones en una de las competiciones más duras de todos los tiempos.
Al igual que con el carismático compacto francés, los de Peugeot querían utilizar la competición como plataforma de lanzamiento y promoción para su recién llegado 405. No obstante, tras su éxito, los ingenieros franceses no quisieron deshacerse por completo del gen que modelaba a su consquistador, manteniendo las propias entrañas del 205 para su nuevo proyecto. Con un ligero estiramiento del chasis y la posterior adaptación de una carrocería que emulsionara el aspecto del 405 original, en diciembre de 1987 la marca del león desveló lo que sería su última arma secreta para hacerse con el título del Paris-Dakar de 1988.
El Peugeot 405 Grand Raid incorporaba un chasis tubular, modificado bajo los principios de su antecesor pero con amortiguadores dobles y suspensión independiente para cada una de sus ruedas. Sorprendentemente, la carrocería de aquel 405 lucía un cautivador aspecto coupé tan conseguido, que hizo fantasear a más de uno con la idea de que algún día llegara a producción, cosa que lamentablemente nunca llegó a suceder. Esta estructura estaba fabricada en materiales ligeros como el Keblar y lucía 250 mm más corta que la versión original de tres volumenes.
Su motor se mantendría alojado en posición central-transversal al igual que en el 205 T16, (ligeramente desplazado hacia su costado derecho) conservando la sobrealimentación e incrementando su cilindrada hasta los 1.9 litros. El resultado fue más que bueno, teniendo en cuenta que en un remoto 1988 esta herramienta francesa que lucharía contra el relieve y las condiciones más adversas del escenario, rozaba los 400 cv de potencia.
París-Dakar 1988. Un debut agridulce.
Sus motivos tendría Peugeot para enviar una sola unidad del 405 T16 Grand Raid a competición. Quizás falta de confianza o simple precaución disfrazada de periodo de prueba, el joven y solitario 405 llegaría al Dakar escoltado por otras unidades del veterano 205 T16 Grand Raid. ¿El piloto elegido para estrenar el último proyecto francés? Un tal Ari Vatanen.
Durante ese año, una de las escenas para el recuerdo que protagonizó el piloto finlandés, fue una pugna en pleno desierto donde su 405 T16 Grand Raid fue adelantado a más de 200 Km/h por el DAF Turbo Twin X1 de Jan de Rooy.
Debido a un trágico accidente en el que falleció uno de los copilotos del equipo DAF durante la etapa de Djabo-Agadez, todo el colectivo, incluido Jan de Rooy a la cabeza del mismo, abandonaron la competición. Posteriormente, un Vatanen que lideraba la prueba con más de dos horas de ventaja, fue descalificado en las últimas etapas, cediéndole la victoria a su compañero de escudería Juha Kankkunen y su 205 T16 Grand Raid.
El desierto y sus misterios.
Corría la madrugada del 18 de enero. Todo el mundo descansaba a pierna suelta después de una larga jornada, cuando de pronto, de forma inconcebible el único, inconfundible y flamante Peugeot 405 T16 Grand Raid de Ari Vatanen desaparecía por arte de magia ante los atónitos ojos del público. Poco antes del comienzo de la prueba, abandonado en un descampado, la policía dio con el extraviado 405 T16 del finlandés, y aunque apareció sano y salvo el percance le provocó una salida tardía, también penalizada por no ‘fichar’ en las verificaciones administrativas.
Peugeot fue sin duda el autentico equipo campeón del Dakar a finales de los años 80.
La desaparición del Peugeot de Vatanen en el estadio de fútbol de Bamako sigue siendo un misterio rodeado de miles de teorías. Hay quienes aseguran que todo fue una treta muy bien dispuesta por Peugeot para sustituir diferentes partes del motor, mientras que otros, aseguran que el propio equipo pagó cierta recompensa exigida por sus ‘secuestradores’ tras la desaparición del Grand Raid.
El año 89 y una moneda de 10 francos como juez.
Finalmente la mezcla de acusaciones y misterios en torno a la desaparición del 405, junto con el retraso de salida del piloto finlandés, provocó su inminente descalificación. No sería hasta el año siguiente donde esta vez una pareja de 405 T16 Grand Raid, con Ari Vatanen y Jacky Ickx como pilotos, dominaron de forma aplastante el París-Túnez-Dakar de 1.989, logrando 10 victorias en las 16 etapas que se disputaron.
La pareja formada por el piloto finlandés y el expiloto belga de Fórmula 1 y seis veces campeón de Le Mans, resulto ser una bomba de relojería. Bajo el tremendo sol que se alzaba por encima de París, se encontraban inamoviblemente los señores de Peugeot dominando la competición ya entradas las etapas finales. Los dos pilotos y sus 405 arrojaban unas diferencias desmesuradas en el crono con respecto al resto de participantes, pero era el finlandés quien capitaneaba la general, con un Jacky Ickx que le pisaba los talones. La cosa estaba en el aire a pesar de que parecía que Vatanen tenía la victoria en el bolsillo, pero el pertinaz belga no se rendiría fácilmente, y si apuraba su 405 podría poner en aprietos el liderato de su compañero de equipo.
Un joven Jean Todt (por entonces director técnico de Peugeot) decidió de forma muy ecuánime lanzar una moneda de 10 francos al aire para decidir cual de sus dos pilotos sería el ganador del Dakar en ese año. Fruto del miedo, y que la rivalidad entre pilotos desmontara toda posibilidad de que los leones alcanzaran el podio, el caprichoso azar fue quien terminó con las posibilidades de Jacky Ickx para optar al título. Cara, Ari Vatanen, cruz Jacky Ickx. La moneda lanzada para decidir quien ganaría el raid estaba de parte de Vatanen.
La historia no concluyó con el lanzamiento de la moneda. No es tan fácil gobernar el orgullo de un campeón mediante un gesto tan elemental.
En la penúltima prueba el finlandés perdió el rumbo, y un hábil Jacky Ickx continuó por la ruta correcta sin dar cuentas a Vatanen. Una vez terminada la etapa, en el parque de asistencia explotó la polémica. Según Vatanen su compañero había incumplido el pacto sellado a través de la moneda. Jacky Ickx alegaba que su ritmo no había sido rápido y que de haber sido así, la diferencia entre ambos sería mucho más grande. Se lleno de ego.. Al día siguiente se presenció el desenlace más deseado del campeonato. ¿Cedería su liderato el piloto belga cumpliendo así el pacto de la moneda?
Una etapa de tan solo 40 kilómetros se presentaba como una de las más tensas de la historia. Al llegar a Lago Rosa, el piloto belga comenzó a aminorar la marcha, llegando incluso a detenerse para que su compañero Vatanen recuperase el primer puesto. Finalmente Ari Vatanen pudo celebrar su polémica victoria con su habitual vaso de leche, y Jacky Ickx hizo gala de ser un piloto honorable.