Siempre hay una excepción que confirma la regla. Como ese programa que aún tiene un mínimo de decencia en nuestra televisión pública, como ese vehículo con motor diésel que es compatible con una conducción agradable, y puede que incluso como ese político que aún conserva intacta su honradez. Esto último es más complicado, pero a fin de cuentas, el coche, en su término más expresivo que es el de medio de locomoción creado por y para nuestra sociedad, es un conjunto que se caracteriza por poseer cuatro ruedas ¿verdad? Pues bien, Christian de Léotard quiso hacerse famoso con una de aquellas excepciones que confirman la regla. Un coche con 6 ruedas.
Allá por finales de los 70, Christian de Léotard ya era un hombre fascinado por las aventuras off-road y los vehículos 4×4. Se había transfigurado en un sinónimo del campo a través. Pero fue el carrocero Tissier quien tuvo parte de culpa de las excéntricas manifestaciones automovilísticas de Christian, tras alimentar sus inquietudes con la idea de que los coches no solo estaban destinados al uso de cuatro ruedas.
La primera reconversión a las seis ruedas o a dos ejes en un coche, data de un Range Rover en el que de Léotard había trabajado con la propia compañía inglesa. Aquella aventura terminó de desatar toda su pasional locura por los animales de 6 patas, y durante su regreso a Francia no dudó en recurrir a una compañía cuyas tendencias de ensayo también se caracterizaban por cierta excentricidad. Se trataba de la empresa ADPT (Application Des Procédés Tissier) asentada en la población de Orly. La asociación dio como resultado proyectos tan distintivos como ilógicos. Un Citroën DS 23 de ocho ruedas con plataforma portacoches, un gigantesco CX capaz de transportar hasta 3 toneladas o una enorme limusina que utilizaba el patrón de un XM, fueron algunas de las piezas que decoraron el currículum de Tissier y su cómplice de Léotard.
“Si hoy en día paseas conduciendo un Ferrari o un Porsche Turbo ya nadie te mira. Con un Renault 5 de seis ruedas toda la atención será tuya” Así justificaba Christian de Léotard la locura que emanaban sus proyectos.
Tras lo que pudo ser su periodo de formación en la tecnología de las 6 ruedas junto a Tissier, Christian decide independizarse y fundar su propia empresa, curiosamente bautizada como ADPL (Application Des Procédés Léotard). Nunca se supo si la similitud del nombre fue en honor a su “mentor” Tissier, o si por el contrario hubo alguna discrepancia entre ambos y fue una provocación directa. Ya se sabe lo que dicen.. Todos los genios están locos.
No había mejor paciente para comenzar su primera aventura en solitario que el Renault 5. Un vehículo que estaba triunfando comercialmente por todo el mundo y que, en diferentes disciplinas de la competición también estaba consiguiendo cierto renombre. Christian de Léotard tomó dos R-5, cortó y pegó pulcramente, y posteriormente reforzó el conjunto en zonas estratégicas para conservar la rigidez estructural del modelo.
Dos grandes tubos fueron soldados a los bajos del coche para emular a los veteranos chasis de largueros que montaban las camionetas.
El conjunto se alargaba hasta los 4,21 metros, cifra que entonces parecía desorbitada si se vinculaba con un Renault 5 de fábrica, pero lo cierto es que en “escala real” el conjunto no tenía una longitud mayor que la de un Renault 18. El peso incrementó en 100 kg para un total de 980 kg, lo que tampoco se tradujo en un lastre irreparable y menos, teniendo en cuenta que el conjunto iría bien dotado mecánicamente.
El carrocero aseguraba una sustancial mejora en el comportamiento general del vehículo, y aunque el aspecto no ayudase a tributar con aquella afirmación, al menos había conseguido una silueta impactante. De lo que podemos estar seguros es de la eficiencia del sistema de frenos, en cuya parte trasera se extirparon los tambores para insertar dos parejas de discos. El propio de Léotard fue también quien diseñó y construyó una nueva transmisión mediante componentes de la compañía Sinpar, conjuntada a su vez con un evolucionado Cléon Fonte de 1.3 litros originario de los Renault 5 TS.
Las ideas de Christian comenzaron a ir más allá de sus inquietudes y de su satisfacción personal . Quería introducir su producto en el mercado como tal, y su principal objetivo era el sector terciario. Policía, ambulancias, cuerpo de bomberos..
Hay un dicho popular que ya he destacado en más ocasiones y dice algo así como “Ganar el domingo para vender el lunes” Con esta máxima se intentaban promocionar los vehículos en las carreras para alimentar su tirón comercial, un concepto al que por supuesto también de Léotard intentó aferrarse. Para ello se inscribió en una de las pruebas más duras, el Dakar de 1980. Era el escenario perfecto, no solo para promocionar su creación, si no para poner a prueba sus cualidades. El propio Christian de Léotard era el piloto, y a su lado estaba Francis Dumortier, quienes conseguirían unos resultados más bien mediocres. Aquel Renault 5 estaba dotado con un sistema de escape que recorría la parte superior del vehículo cual snorkel, muy parecido al del Renault 20 con el que posteriormente los hermanos Marreau conquistarían la competición. Al final, el Renault 5 6×6 tuvo que retirarse por sus constantes conflictos mecánicos, aunque por otro lado fue capaz de rodar a velocidades de hasta 180 Km/h sobre las dunas del desierto, y eso eran cifras muy interesantes. Terminó siendo laureado, admirado, criticado y al final todo se tradujo en el resultado esperado. Promoción.
En los años venideros Léotard volvió a enfrentarse al Dakar, primero con un Mercedes Clase G y posteriormente con un 190. Por su puesto, ambos dotados de 6 ruedas. Era el hombre 6×6.
Al contrario de lo que muchos creen, no fueron pocos los Renault 5 a los que de Léotard dotó de dos patas extra. Se conocen unidades sencillas con motor TS, también existieron versiones Alpine e incluso un ilustrísimo Turbo 2 llegó a ser bendecido por las manos del carrocero. Este último fue quizás el más singular y especial de todos, dotado con dos motores, —uno atmosférico ubicado en la parte delantera y otro turbo en la parte atrás— gestionados también mediante dos palancas de cambios ya que la transmisión Sinpar no era apta para la magnitud de aquel experimento. Por desgracia el único ejemplar fabricado fue pasto de las llamas en el año 2002.
No se sabe con exactitud el número de engendros nacidos de la mística imaginación de Christian de Léotard. Se conoce incluso la existencia de una Citroën C15 con 6 ruedas. Lo que si es seguro es que aquel Renault 5 Turbo 2 fue único, y fue uno de sus trabajos más laureados. Sus restos calcinados nunca fueron abandonados por el carrocero, quien planeaba devolverlo a la vida. Lamentablemente fue otro de aquellos sueños que no logró materializarse, Christian de Léotard fallecía en 2014 a los 66 años de edad. Hoy, como pequeño homenaje, disfrutamos de su historia en este artículo gracias a su gran perseverancia y a una lucha contra corriente por defender sus inquietudes.
Fuente: boitierrouge